La Santa Misa y la liturgia
Cuando a fines del siglo X el príncipe Vladimir I de Kiev
fue urgido a convertirse a alguna de las grandes religiones practicadas por su
pueblo, mandó a emisarios a diversas ciudades de su entorno para informarse.
Según las Crónicas Rusas, a su vuelta
los enviados expusieron ante la corte sus experiencias: Fuimos a las mezquitas de los
búlgaros, pero n había alegría entre ellos, sólo dolor y un hedor insoportable.
Luego fuimos donde los germanos, y los vimos realizando muchas ceremonias en
sus templos, pero no contemplamos allí la gloria. Finalmente fuimos a Grecia y
los griegos nos condujeron a los edificios donde ellos adoran a su Dios y no
sabíamos si estábamos en el cielo o en la tierra. Porque en la tierra no existe
tal esplendor ni tal belleza, y nosotros no sabemos siquiera como describirla.
Sólo sabemos que Dios habita allí con ellos y que sus servicios son más
hermosos que los de las demás naciones, porque n o podemos olvidar esa belleza.
Todo hombre, después de haber saboreado lo que es dulce, se niega a aceptar
después lo que es amargo (Cfr. Gerardo Vidal Guzmán, Retratos del Medioevo, Rialp, Madrid, 2008, pp. 46-47).
Se entiende que haya sucedido así en Kiev –actual Rusia-
por la belleza de la cultura bizantina y la reverencia hacia la Santa Misa. En
la arquitectura bizantina perduró la antigua grandeza romana conjugada con la
rica elegancia griega. La pintura y los mosaicos bizantinos con sus fondos
dorados impresionaban a cualquiera, a la par que la música y los inciensos
quemados en honor de Dios.
La liturgia hace la historia. Los sacramentos y los
sacramentales ¡son tan poderosos! ¿Quién celebra la liturgia? Es acción del
Cristo total, cabeza y miembros (cfr. CEC n. 1076). La Iglesia es una comunidad
sacerdotal (Lumen gentium n. 11).
Lo más importante en la celebración es la actitud interior.
El sacerdote que preside la celebración es signo y sacramento de Jesucristo. Durante la celebración litúrgica, lo más importante
es lo que no se ve. Se trata de un hecho de fe que trasciende la experiencia de
los sentidos.
¿Cómo
gobierna Dios al mundo? Por la Liturgia. El mundo será conforme a
cómo celebremos la Liturgia, de cómo vamos y oímos la Misa. Siempre tendremos
la tentación de ser paganos; caminamos al borde de esa tentación.
¿Qué nos hace brillar, ser sal y luz? La Liturgia, que es
la cumbre de la vida cristiana. La evangelización del mundo empieza allí.
Viviendo la Misa con reverencia y devoción cambiamos el mundo. ¡Tenemos los
medios para transformar el mundo! Este es el fundamento de nuestra fe.
En
la liturgia eucarística se juega el destino de la humanidad”, afirma Joseph
Ratzinger. Desde allí las personas encuentran a Jesús y a la Virgen, aumentan
su capacidad de oración y de ayuda a los demás, se hace una continua
comunicación con el Padre celestial, se toma conciencia de la providencia.
Para ser un miembro vivo de la Iglesia hemos de amar la
Santa Misa, enamorarnos de ella. Podemos transformar el mundo con nuestra
oración: ¡Esta es una revolución!
La Liturgia es una parusía anticipada, la irrupción
del “ya” en el “todavía no”,
escribió el cardenal Joseph Ratzinger.
El catecismo dice: La
liturgia es la “acción” del “Cristo total” (...) Los que desde ahora la
celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del cielo (n.
1136). Cada vez que abrimos un libro litúrgico, asistimos a una victoria del
espíritu sobre la letra (Félix María Arocena).
Scott Hahn explica que el sufrimiento en sí mismo no satisface
la justicia divina. El amor transforma el ofrecimiento de Cristo en sacrificio,
en la Eucaristía. Los sacrificios del hombre hechos por amor se hacen
sacrificios sagrados. El amor sin sacrificio es puro sentimiento.
El Nuevo Testamento
nunca se llama a sí mismo “nuevo testamento”. ¿De dónde le salió ese nombre?...
de la nueva alianza. Lucas cuenta que Cristo, al consagrar, dice: “Este cáliz
es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22,20).
Jesús usó la palabra “alianza” una sola vez: En la Última Cena. En griego es lo
mismo decir “nueva alianza” que “nuevo testamento”. Entonces, el nuevo
testamento es un sacramento, luego será el nombre de un documento. ¿Cuándo
empezó el sacrificio voluntario de Cristo? Cuando celebró la Última Cena.
¿Cuándo terminó su Pascua? Cuando recibió el vinagre en la Cruz.
“La Eucaristía
constituye el hilo de oro con el que, desde la Última Cena, se anudan todos los
siglos de Última Cena, de la Historia de la Iglesia hasta nosotros (…). En este
horizonte eucarístico, la Iglesia fundamenta su vida, su comunión y su misión”
(Compendio del Catecismo de la Iglesia, p. 66).
San Juan María Vianney predicaba: “Hijos
míos, no hay nada tan grande como la Eucaristía. ¡Poned todas las buenas obras
del mundo frente a una comunión bien hecha: será como un grano de polvo delante
de una montaña!”. Y continuaba:
“Todas las buenas obras juntas no equivalen al santo Sacrificio de la Misa,
porque son obras de los hombres, y la Misa es la obra de Dios (...) Si el hombre conociera bien este misterio
moriría de amor (...). Sin la divina Eucaristía, nunca habría felicidad en
este mundo”. Por ello decía
un santo varón: “No acomodes la Misa a tu horario sino el horario a tu Misa”.
Tihamér
Tóth, escribe: “Una sola
Misa tributa a Dios mayor homenaje y respeto que las oraciones de todos los
ángeles del cielo; porque en la Santa Misa no son ángeles lo que da gloria a
Dios, sino que es su Hijo Unigénito quien le rinde una adoración de valor
infinito”.
Sustancialmente el sacrificio de la Misa es el mismo que el
de la Cruz.
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