El Ángel Caído, de Alexandre Cabanel
En el hermoso cuadro titulado El Ángel Caído, de Alexandre Cabanel, hay
un detalle muy significativo que puede pasar desapercibido ante un espectador
con prisa: El diablo allí plasmado tiene los ojos irritados; está llorando… y
no puede ser de otra manera pues para él, ¡todo está perdido! El demonio, a
pesar de haber sido creado como ángel, se rebeló contra Dios y desde ese
momento no podrá ser feliz. El desasosiego es la ausencia de bonanza, un
término que alude a la calma, la paz o el reposo. Todos vivimos con prisa.
Alguien le preguntó a Chesterton: ¿Es usted un demonio? Y él contestó: Soy un hombre. Y por lo tanto, tengo dentro de mí todos los demonios. Con preocupación vemos y escuchamos a diario muchas manifestaciones de maldad, como la violencia en la delincuencia y dentro de los hogares, las mentiras en la política, las injusticias de los poderosos, la soberbia que todos arrastramos y, de una manera desgarradora, la perversión de la infancia.
Tal parece que en los medios y dentro de los hogares habitaran manadas
de monstruos, y esto tiene mucho que ver con la mediocridad, el conformismo y
la prevaricación, por la que dejamos de cumplir nuestros deberes por comodidad
y egoísmo. Mucha gente ya no está dispuesta al sacrificio, por eso no salen
muchas cosas. El confort como criterio de vida. Todo ello roza con el pecado.
Para la tibieza la falta de tiempo es el pretexto perfecto.
Abundan los vicios como el alcoholismo, la drogadicción, la adicción a
la pornografía y demás manifestaciones de lujuria, la hipocresía y muchos más.
La frivolidad en la vida de los actores en las redes sociales sólo promueve una
curiosidad malsana. La superficialidad no hace bien al ambiente social, explota
la vanidad y la impudicia nos empobrece.
Para muchos el concepto de pecado es algo anacrónico. Son ridiculeces de
personas ignorantes y escrupulosas; pero no debemos perder de vista que la
mayor ventaja de un ejército es que su enemigo piense que está lejos.
El único argumento que puede convencer a los descreídos es la coherencia
de vida de los que sí creen en Dios.
Alejandro Cortés González-Báez
Comentarios
Publicar un comentario