A muchas personas nos falta paciencia
San Felipe Neri acostumbrara decir
que en este mundo no hay purgatorio, sino tan solo cielo o infierno; quien
soporta pacientemente las tribulaciones, disfruta ya del cielo, y quien las
rehúye, padece ya un infierno anticipado (Práctica
del amor a Jesucristo, cap. V).
La paciencia es la ciencia de la
paz. Ana Catarina Emmerick afirma que sufrir pacientemente es el estado más
digno de un hombre sobre la tierra. Si un ángel pudiera tener envidia la
tendría del hombre que padece por Dios.
La paciencia se define como la
capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u
ofensivas, sin quejarse ni rebelarse. También es la calma y tranquilidad para
esperar. Proviene del latin pati que
significa sufrir, padecer.
La paciencia tiene mucho que ver
con la sabiduría, es decir, con saber quién soy, de dónde vengo y adónde voy.
Tiene que ver asimismo con la virtud de la esperanza. Es también un rasgo de la
personalidad madura. Más importante que conquistar una ciudad -que es someter
algo externo- es conquistarse a sí mismo, cuando la paciencia lo lleva a
dominarse en su interior, como decía Gregorio Magno.
La paciencia todo lo alcanza, por
ello es necesario luchar por crecer en ella. “El mundo es redimido por la
paciencia de Dios, y es destruido por la impaciencia de los hombres” (Benedicto
XVI, En su Homilía en el solemne inicio
del ministerio petrino, Roma, 24 de abril de 2005). En otro momento,
Ratzinger escribe: “La paciencia es la forma cotidiana de un amor, en el que
están simultáneamente presentes la fe y la esperanza”.
San Cipriano de Cartago tiene un escrito
titulado El bien de la paciencia:
donde enseña lo siguiente: “La paciencia es lo que nos hace valer y nos guarda
para Dios. La paciencia atempera la ira, frena la lengua, rige el pensamiento,
custodia la paz, regula las normas de vida, rompe el ímpetu de la
concupiscencia, reprime la violencia del orgullo, apaga el fuego del odio… Nos
hace humildes en la prosperidad; en la adversidad, fuertes, y mansos contra las
injurias y ultrajes. Enseña a perdonar enseguida a los que delinquen; y al que
ha faltado, a rogar mucho y largo tiempo. La paciencia vence las tentaciones,
soporta las tribulaciones, y lleva a término los padecimientos y martirios.
Ella es la que proporciona a nuestra fe un fundamento firmísimo; ella es la que
provee a que nuestra esperanza crezca hasta lo más alto. Ella es la que dirige
nuestros actos para que podamos mantenernos en el camino de Cristo, mientras avanzamos
con su ayuda; ella, en fin, hace que perseveremos siendo hijos de Dios” (De bono patientiae 13-16, 19-20).
Hay una simpática anécdota del Papa
Sixto, Pontífice del siglo XVI. Cuando era niño, unos padres franciscanos lo
encontraron leyendo el catecismo mientras vigilaba a sus animales y le
preguntaron qué deseaba ser, respondió que “un hombre de Dios”. Los religiosos
le facilitaron los estudios y llegó a ser Papa. Los cardenales no lo querían
porque de pequeño había sido cuidador de cerdos, y varios de ellos, en cambio,
eran de familia noble. Por ello mandaron pintar un cuadro del Papa Sixto en
medio de una docena de cerdos. El Papa vio el cuadro, no se enfadó y sonrió
amablemente, y mandó al pintor que a cada cerdo le pusiera un vestido de
cardenal. ¡Esto es buen humor!
A Luisa Picarreta, Jesús le dice:
“Hija mía, la paciencia es el alimento de la perseverancia, porque la paciencia
mantiene en su lugar a las pasiones y corrobora todas las virtudes, y las
virtudes, recibiendo de la paciencia la actitud de la vida continua, no siente
el cansancio que produce la inconstancia, tan fácil a la criatura. Por eso el
alma no se abate si es mortificada o humillada, porque rápidamente la paciencia
le suministra el alimento necesario, y forma un vínculo más fuerte y estable de
perseverancia. Ni si es consolada ni ensalzada se eleva mucho, porque la
paciencia, alimentando a la perseverancia, se contiene en la moderación sin
salir de sus límites. Mientras una persona se alimenta, se puede decir que
tiene vida, así el alma, mientras tenga paciencia, tendrá perseverancia” Libro del Cielo, 6-115).
Hay, además, una oración para pedir
paciencia:
¡Oh Jesús!, mi dulce amigo, cuatro cosas hoy te pido
con mucha necesidad: Paciencia para sufrir, fuerza para trabajar, valor para
resistir las penas que han de venir y me han de mortificar. Temperamento sereno
para poder resolver las cosas con santa calma y así tener en el alma perfecta
tranquilidad. Amén. (Del santuario del
Señor de la Misericordia, de Tepatitlán, Jalisco, Mexico).
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