El Sacramento de la Confesión
Este año, 2022, después de consagrar Rusia al Corazón de María, el Papa
Francisco fue a confesar, y acto seguido, se puso a confesar.
Estamos
viviendo los tiempos de oscuridad espiritual más grande en toda la historia, y
a la vez, el mundo nunca ha sido más atractivo, más seductor, más hechizante
que hoy. Nunca había tenido más propuestas para que el hombre se enamore de él.
Hoy, el demonio quiere que estemos 24 horas entretenidos.
Imprevisiblemente,
fue el hombre más visto del mundo, y ese hombre era, imprevisiblemente, un
sacerdote católico polaco que llegó a ser obispo y Papa. Nosotros no poseemos
las dotes naturales que él tuvo, pero cada uno de nosotros puede ser capaz de
lograr esa conversión radical a Cristo, porque el bautismo abre esa
posibilidad.
Cada uno de nosotros está llamado a abrazar el
martirio. Los católicos están llamados a rendirse diariamente a su llamada a la
santidad en medio del mundo. Los no-católicos son llamados también, pero
primero tienen que atender a la invitación de Jesús para entrar en la plenitud
de la verdad ¾la
Iglesia Católica. Para algunos este acto es fácil y pleno de alegría. Para
muchos, es detestable. Pero el martirio es también gozoso, es como la muerte
del grano de trigo que debe morir para dar fruto.
En su
libro El secreto del Padre Brown, dice Chesterton: “No existe un hombre que sea
realmente bueno mientras no sepa con exactitud cuan malo puede llegar a ser”
(p. 17 Plaza Janes).
El problema esencial de toda la historia del mundo es el ser hombres no
reconciliados con Dios, con el Dios silencioso, misterioso, aparentemente
ausente y sin embargo omnipresente. (Cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, II, p. 98).
El
demonio es enemigo del hombre. Satanás es el trono del orgullo, y la única arma
para derrotarlo es la humildad. Y la confesión nos ayuda a vivir la humildad
porque reconocemos lo que está mal y pedimos perdón. No se trata de quién es el
sacerdote, él perdona por el poder de Dios, importa quién soy yo. Al recibir la
absolución quedamos desencadenados, pero el alma está débil, por eso
necesitamos la Eucaristía. Si supiéramos lo que es la Presencia real de Jesús
en la Eucaristía, quedaríamos en éxtasis nada más pisar la iglesia.
Un escrito
antiguo, el llamado Pastor, de
Hermas, compuesto en el género apocalíptico probablemente hacia la primera
mitad del siglo II. El Pastor trata
de un esclavo –que es Hermas- vendido en Roma a una tal Rodas, y esta mujer le
da libertad. Tiempo después la encuentra bañándose en un río; le ayuda a salir
y al verla piensa: “¡Qué mujer tan hermosa!”. Tiempo después cae en un sueño
profundo y tiene una visión de esta misma mujer que le acusa:—“El mal deseo
subió a tu corazón”. Plantea un problema de conciencia de pecado.
Los
primeros cristianos se llamaban “santos” porque habían sido purificados por
Cristo a través del bautismo. ¿Y si vuelvo a pecar? Dios concede una segunda
penitencia si hay arrepentimiento. La práctica penitencial del siglo II dice
que un bautizado no tiene por qué dar marcha atrás. El Sacramento de
Durante
los tres primeros siglos
En la
antigüedad la penitencia pública implicaba dejar los cargos públicos si
se tenían y hacerse indeseable a base de descuidar el aseo personal. Por eso
muchos preferían conservarse como catecúmenos. Constantino dejó su bautismo
hasta el momento en que sintió que la muerte estaba próxima, porque se
predicaba mucho sobre la gravedad de la pérdida de la gracia bautismal por el
pecado. Osio de Córdoba, asesor de Constantino, le aconsejó no bautizarse
porque si pecaba debía de dejar de ser emperador. Después de recibir el
bautismo, dice Eusebio, llevó vestiduras blancas “pues ya no quería tocar
púrpura alguna” (Eusebio, Vita Const
4, 62).
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