Difundir el bien, difundiendo la sana doctrina
En el
siglo VI, en un mercado público de Roma, San Gregorio Magno vio que unos
hombres iban a ser vendidos como esclavos. Los cautivos eran altos, bellos de
rostro y rubios. Preguntó de dónde provenían, y le contestaron: “Son anglos”. “Non angli sed angeli”, señaló Gregorio.
Este episodio lo motivó a enviar misioneros al norte, trabajo que estuvo a
cargo de Agustín de Canterbury. A una pregunta de San Agustín de Canterbury
sobre qué hacer con los altares de los ídolos, el Papa San Gregorio le contestó
que no destruyeran los santuarios paganos, “límpienlos”, dijo; con lo que
quería decir que había que re-dedicarlos.
Para enseñar a a amar a Dios y a los demás, hay que amarse a sí mismo y
formarse, hay que leer, hay que meter la doctrina en el corazón, no sólo en la
cabeza. Decía el Cura de Ars: “Una persona que no está formada en su religión
es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza
de su alma, ni el precio de la virtud; se arrastra de pecado en pecado”.
Hemos
de ayudarle a la gente a encontrar el sentido de la vida. Dijo el Papa
Benedicto XVI: “Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la
vida (…). Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada
uno de nosotros es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados,
sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y
comunicar a otros la amistad con Él (Homilía
en la Misa del inicio del ministerio petrino, 24-IV-2005).
Son bambalinas de teatro todas las cosas de este mundo.
Hemos de tener visión de eternidad. Estamos en un lugar determinado, en una labor
determinada, porque Dios lo quiere, porque es lo mejor que nos ha podido pasar.
Roy Shoeman, el judío que se convirtió al Catolicismo, dice
que cuando Dios le hizo ver que existía, no le dijo su Nombre porque él no
estaba preparado para ello; pero sintió que era amado y que nadaba en un océano
de Amor. Comprendió que todo lo que le había pasado desde el comienzo de su
vida, era lo mejor para él. Él empezó a rezar todos los días una oración hecha
por él m ismo: “Dime tu Nombre para saber el camino para encontrarte y
adorarte”. Y exactamente después de rezar esa oración, de un modo insospechado
para él, Dios le reveló que el que le había hecho sentir esas oleadas inmensas
de amor era Jesucristo.
Cristiano
es quien vive de fe, de esperanza y de caridad; dones derramados por el Padre
celestial en nosotros. Son estas virtudes las que hacen posible el despliegue
del germen de vida sobrenatural recibido en el Bautismo. En la vida cristiana,
la fe proporciona sobre todo un pleno conocimiento de la voluntad de Dos, de
modo que se siga una conducta digna de Dios, agradándole en todo, produciendo
frutos de toda especie de obras buenas y adelantando en conocimiento de Dios
(cfr.Gaudium et spes, n. 11)
Una parte de la fuerza interior viene del don del Espíritu Santo y la
educación de la cabeza, es decir por el conocimiento doctrinal. Es construir la
casa sobre roca; quien la construye sobre arena puede ser algo bonito, pero
superficial: una fachada bonita, pero al primer vaivén aquello se derrumba. La
formación doctrinal da las raíces, da solidez a la vida interior. Es importante
unir la formación doctrinal con la piedad: la teología se estudia bien cuando
esa materia se hace materia de oración. Es importante unir la realidad
teológica a la vida interior, de otro modo no se ha entendido el sentido de la
formación doctrinal... Unir la verdad
y la caridad. Aprenden de nosotros
si nos ven con afán de formarnos y de transmitir la formación, es decir, de no
ser meros repetidores.
La ignorancia es
el peor enemigo de la fe. En una conferencia a catequistas[1], el
Cardenal Ratzinger, sintetizando, decía: Evangelizar es enseñar el arte de vivir (...) La pobreza más profunda es la incapacidad de
alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta
pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las
sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría
supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia...,
todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace
falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás
ya no funciona. Pero este arte no es objeto de la ciencia: sólo lo puede
comunicar quien tiene la vida, el que
es el Evangelio en persona.
Hoy día hace mucha falta hablar
mucho de la vida eterna y también de las postrimerías. El tiempo es brevísimo.
Un minuto concedido a la comodidad es un minuto sustraído a la gloria de Dios.
Si ponemos el 1%, Dios pondrá el 99% que resta, o más. Adquirir más doctrina
para darla, y así, ser apóstol de apóstoles.
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