Día de la Iglesia Triunfante: 1º de noviembre
Este 1º de noviembre la Iglesia Universal celebra a
todos los que, por su ejemplo de vida, han sido canonizados y y también se
celebra a los que ya están en el Cielo y no han sido canonizados, ya que son
santos todos los que han entrado a la felicidad sin fin. La esperanza que
tenemos los cristianos de la Iglesia militante es llegar al Cielo y llevar a
muchos allá.
La Eucaristía es el lugar en donde nace la Iglesia y
en donde se nutre y fortalece. En la Eucaristía la Iglesia ve su futuro. La
Iglesia despierta en las almas cuando descubre un tesoro: su llamada a la
santidad. La Iglesia es Cuerpo de Cristo. Su cabeza, Cristo, es santo, y Él
quiere que sus discípulos también lo sean. El Cuerpo de Cristo, que es la
Iglesia, es una realidad mística, es la unión de corazones en una misma fe,
bajo un mismo Pastor y con un mismo Bautismo. La Iglesia es algo estructural y
algo visible.
El P. José Granados García, al exponer el pensamiento
de Ratzinger, dice: Para saber qué es la Iglesia hay que mirar a la estructura
de la Santa Misa. La Iglesia es algo vivo y visible. Comer el Cuerpo de Cristo
es hacerse Cuerpo de Cristo, dice Ratzinger (lo toma de Guillermo de Sanit Thierry).
La forma de la Iglesia está dada por la Eucaristía: “Esto es mi Cuerpo”.
Toda
reforma en la Iglesia es, “quitar lo que sobra”, como decía
Miguel Ángel de sus esculturas de mármol, es volver a la forma originaria, que es la forma eucarística, afirma
Ratzinger.
La imagen de Cristo como templo –dice San Agustín- es
una referencia a Adán. Cristo ha asumido el templo, es decir, ha asumido al
viejo Adán y en tres días lo va a recomponer. Va a hacer de este cuerpo -que es
toda la humanidad-, va a hacer un cuerpo nuevo. Es decir, Cristo quiere entrar
en la Familia humana, en aquello que nos une, que nos relaciona, y lo va a
transformar. Cristo ha asumido el tiempo de los hombres desde Adán hasta la
última generación. Al resucitar Cristo tiene un cuerpo nuevo. Así, nosotros
“somos convocados para algo”, no nos hemos “puesto de acuerdo para algo”.
La Iglesia está llamada a ser universal, no porque
seamos una fraternidad solamente de alma, sino porque cuerpo a cuerpo nos vamos
incorporando a un mismo Cuerpo, de uno en uno.
El origen de la Iglesia está en Dios, está en el
Padre, porque Cristo mira al Padre. La forma de la Iglesia es la Eucaristía, no
es una forma institucional, no necesita un templo concreto –ni siquiera la
basílica de San Pedro-, no necesita lugares específicos, como Jerusalén para
los judíos. No es así porque el templo es el cuerpo. Es el cuerpo de los
cristianos y es el Cuerpo de la Eucaristía. Necesita los significados básicos
de la corporalidad. La Iglesia tiene una forma, no puede ser hecha por el
hombre. La ley está escrita en el cuerpo del hombre y de la mujer que forman la
familia, y que está en el Decálogo. Cuando eso está fijo, la Iglesia puede ir
adelante.
Lo
esencial para el hecho cristiano es la verdad,
dice Ratzinger. Es decir, el cristianismo se distingue porque ha dicho la
verdad, y ha dicho la verdad no de un
modo frío, sino de un modo en que se puede adorar a la verdad, es decir, se
puede tener una religión verdadera, porque ha
unido la verdad con el amor que es lo propio de una religión. La verdad y
el amor está grabada en el seno de la Iglesia desde sus orígenes y desde el
Antiguo Testamento. Hay una verdad de fe y una verdad en el comportamiento
moral.
La institución, en el cristianismo, es la Eucaristía,
dice Ratzinger, que es el lugar donde se unen la verdad y el amor.
Otro elemento de luz que da Ratzinger, para iluminar
el Sínodo es que dice que no es
cierto que la Iglesia sea concilio, los concilios y sínodos son momentos
episódicos. La Iglesia es comunión y comunión eucarística. Es decir, lo que
define a la Iglesia es la Eucaristía. Una vez que la Iglesia es Eucaristía,
realiza sínodos. La Iglesia no es un concilio, el concilio acontece en la
Iglesia. Es un absurdo decir que toda la Iglesia es un concilio permanente,
dice Ratzinger (en su respuesta a Hans Kung). La Iglesia no existe para deliberar sobre el Evangelio, sino para vivirlo.
Sólo
si la Iglesia entiende su ser eucarístico, es decir, el lugar en donde nace, y
el lugar a donde va, puede resolver las dificultades con acierto.
Mientras la Iglesia permanezca en la Eucaristía será fecunda. La Iglesia no es nunca una
opción, es una vocación, una
llamada, dice Ratzinger.
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