Meditar los misterios del Rosario
Hasta ahora se ha considerado como la mejor definición del Rosario, la que dio el Sumo Pontífice San Pío V en su "Bula" de 1569: "El Rosario o salterio de
La palabra Rosario significa "Corona de Rosas". Nuestra
Señora ha revelado a varias personas que cada vez que dicen el Ave María le
están dando a Ella una hermosa rosa y que cada Rosario completo le hace una
corona de rosas. La rosa es la reina de las flores, y así el Rosario es la rosa
de todas las devociones, y por ello la más importante de todas.
Al rezar el Rosario hacemos una síntesis
del Evangelio, cuando consideramos sus misterios.
Se habla mucho del nuevo orden mundial. Sólo los que se forman en el
Corazón de la Virgen realmente pueden lograr un nuevo orden mundial. La
humanidad no puede salvarse a sí misma.
Los
Papas Pío IX y Pío X dijeron: Denme un
millón de personas consagradas, con el Rosario en la mano, y, con este
ejército, salvaremos al mundo. Escribe Ratzinger: “Una constante de la
acción de Dios en la historia de este mundo es fundarse en el testimonio de una
minoría para mantener la esperanza de la humanidad entera en la nueva
fraternidad prometida” (La fraternidad
cristiana p. 109).
San
Juan Pablo II escribió: “La contemplación del rostro de Cristo no puede
reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el resucitado!” El Rosario ha
expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la
oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo, en su Resurrección
y en su Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo
las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15,14), y revive la alegría de aquellos a
los que Cristo se manifestó y el gozo de María (Carta Ap. Rosarium Virginis Mariae, n. 23).
El Cura de Ars afirmaba: Con esta arma le he quitado muchas almas al
demonio.
San Luis Grignon de Monfort aseguraba que el Rosario sirve para
convertir a los pecadores más empedernidos.
Contemplar los
misterios
San Juan Pablo II recomendaba hacer una breve pausa para pensar en el
misterio que vamos a considerar, con una frase de la Biblia o con un
pensamiento de la piedad personal. Para profundizar en los misterios, ayuda
considerar la actitud y los sentimientos de María, tratando de imitar sus
disposiciones. En la escena de la Visitación a su prima, podemos
considerar su humildad. Va a servir a su prima y rompe en un canto de humildad
con el Magnificat, se acerca a Dios
por el camino de sentirse nada.
En el cuarto misterio doloroso, Jesús con la Cruz a cuestas,
meditamos en la humillación que pasó el Señor, llevando la Cruz por la Vía
Dolorosa, por amor a nosotros. En el quinto misterio doloroso nos unimos a
nuestra Madre cuando ve a su Hijo cosido al madero y maltratado por nuestras
ofensas. Y le pedimos a Nuestra Señora que no nos acostumbremos a ver el
Crucifijo, a llevarlo con nosotros y a besarlo con unción.
En el segundo misterio luminoso consideramos como Jesús participa de
nuestras fiestas y alegrías, estando en las Bodas de Caná, donde –a petición
de la Virgen- da el mejor regalo que pudo darse a los novios: el buen vino para
una semana de fiesta.
Uno de los misterios más difíciles de meditar, para mí, es el cuarto
misterio luminoso: La Transfiguración en el Monte Tabor. Moisés y Elías hablaban
con el Señor, Lucas puntualiza que hablaban de su muerte en Jerusalén. Pedro
sugiere hacer tres tiendas y, en eso, se escucha la voz de Dios Padre que dice:
“Este es mi Hijo en quien me complazco. Escúchenlo”. La gloria de la divinidad
resplandece en el Rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los
Apóstoles. Shemá Israel, Escúchalo
tú, hermano, con atención, para ser fiel en el momento de prueba.
Hasta ahora se ha considerado como la mejor definición del
Rosario, la que dio el Sumo Pontífice San
Pío V en su "Bula" de 1569: "El Rosario o salterio de
La palabra Rosario significa "Corona de Rosas". Nuestra
Señora ha revelado a varias personas que cada vez que dicen el Ave María le
están dando a Ella una hermosa rosa y que cada Rosario completo le hace una
corona de rosas. La rosa es la reina de las flores, y así el Rosario es la rosa
de todas las devociones, y por ello la más importante de todas.
Al rezar el Rosario hacemos una síntesis
del Evangelio, cuando consideramos sus misterios.
Se habla mucho del nuevo orden mundial. Sólo los que se forman en el
Corazón de la Virgen realmente pueden lograr un nuevo orden mundial. La
humanidad no puede salvarse a sí misma.
Los
Papas Pío IX y Pío X dijeron: Denme un
millón de personas consagradas, con el Rosario en la mano, y, con este
ejército, salvaremos al mundo. Escribe Ratzinger: “Una constante de la
acción de Dios en la historia de este mundo es fundarse en el testimonio de una
minoría para mantener la esperanza de la humanidad entera en la nueva
fraternidad prometida” (La fraternidad
cristiana p. 109).
San
Juan Pablo II escribió: “La contemplación del rostro de Cristo no puede
reducirse a su imagen de crucificado. ¡Él es el resucitado!” El Rosario ha
expresado siempre esta convicción de fe, invitando al creyente a superar la
oscuridad de la Pasión para fijarse en la gloria de Cristo, en su Resurrección
y en su Ascensión. Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre de nuevo
las razones de la propia fe (cf. 1 Co 15,14), y revive la alegría de aquellos a
los que Cristo se manifestó y el gozo de María (Carta Ap. Rosarium Virginis Mariae, n. 23).
El Cura de Ars afirmaba: Con esta arma le he quitado muchas almas al
demonio.
San Luis Grignon de Monfort aseguraba que el Rosario sirve para
convertir a los pecadores más empedernidos.
Contemplar los
misterios
San Juan Pablo II recomendaba hacer una breve pausa para pensar en el
misterio que vamos a considerar, con una frase de la Biblia o con un
pensamiento de la piedad personal. Para profundizar en los misterios, ayuda
considerar la actitud y los sentimientos de María, tratando de imitar sus
disposiciones. En la escena de la Visitación a su prima, podemos
considerar su humildad. Va a servir a su prima y rompe en un canto de humildad
con el Magnificat, se acerca a Dios
por el camino de sentirse nada.
En el cuarto misterio doloroso, Jesús con la Cruz a cuestas,
meditamos en la humillación que pasó el Señor, llevando la Cruz por la Vía
Dolorosa, por amor a nosotros. En el quinto misterio doloroso nos unimos a
nuestra Madre cuando ve a su Hijo cosido al madero y maltratado por nuestras
ofensas. Y le pedimos a Nuestra Señora que no nos acostumbremos a ver el
Crucifijo, a llevarlo con nosotros y a besarlo con unción.
En el segundo misterio luminoso consideramos como Jesús participa de
nuestras fiestas y alegrías, estando en las Bodas de Caná, donde –a petición
de la Virgen- da el mejor regalo que pudo darse a los novios: el buen vino para
una semana de fiesta.
Uno de los misterios más difíciles de meditar, para mí, es el cuarto
misterio luminoso: La Transfiguración en el Monte Tabor. Moisés y Elías hablaban
con el Señor, Lucas puntualiza que hablaban de su muerte en Jerusalén. Pedro
sugiere hacer tres tiendas y, en eso, se escucha la voz de Dios Padre que dice:
“Este es mi Hijo en quien me complazco. Escúchenlo”. La gloria de la divinidad
resplandece en el Rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los
Apóstoles. Shemá Israel, Escúchalo
tú, hermano, con atención, para ser fiel en el momento de prueba.
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