Pensar en la muerte
Un dicho latino dice: “La muerte es cierta; la
hora, incierta”.
En De la brevedad de la vida, escribe
Séneca: “Salvo unos pocos hombres, a todos los hombres los abandona la vida en
el momento mismo en que se disponen a vivirla”. También dice que los hombres
suelen pasar la mayor parte de su vida haciendo el mal; un gran parte, no
haciendo nada y toda la vida en no hacer lo que debían.
Está establecido que
todos los hombres hemos de morir una sola vez. Para los que tenemos fe, la
muerte será llegar a la casa del Padre, a la cita a la cual nos hemos estado
preparando toda la vida con ilusión. Esperamos llegar a la casa del Padre, pero
no queremos morir pronto porque queremos dar mucha gloria a Dios.
Por estadísticas se
sabe que dedicamos una tercera parte de nuestro tiempo a dormir, una octava
parte, a las comidas, una doceava parte a ver
Al atardecer de la vida se te examinará sobre
el amor, dice San Juan de
El secreto de la
felicidad está en el hoy. ¿Me he portado hoy como para ganarme la sonrisa de
Jesús?
Los campeones de las
próximas Olimpiadas tienen entre 16 y 22 años. Uno de ellos decía: Seré
dentro de cinco años lo que siembre hoy. Nosotros podríamos decir lo
mismo. Y también se puede afirmar: Cada
uno será, lo que sea al final de su vida.
Tenemos muchos regalos
de Dios. Que no nos inquietemos mucho cuando nos vayamos a morir. Él nos espera
con los brazos abiertos. Morir es como ir caminando y de pronto alguien nos
toca la espalda y nos dice: “Ya es hora”... Es un tema que vale la pena meditar
con calma: ¿cómo aprovecho el tiempo?
El literato inglés C. S. Lewis siempre defendió que “la vida sin una doctrina de las cosas
postreras sería simplemente un túnel de desesperación”. Así, afirmaba que
cuando cayese la bomba H siempre tendríamos esa décima de segundo para poder
decir: “Tú eres sólo una bomba, yo soy un alma inmortal”. O también: “La
naturaleza es mortal, pero nosotros viviremos fuera de ella; cuando todos los
soles y nebulosas hayan desaparecido, cada uno de nosotros vivirá”.
La muerte no es el final, es el principio. La
muerte es la vida, es el descanso, es encontrar al amor, si se ha vivido bien,
o si no ha vivido tan bien pero hay arrepentimiento. Hay un juego que se llama
“engarróteseme allí”, así pasa con la muerte, la voluntad de esa persona queda
petrificada en el bien o en el mal.
Nada malo puede hacer
la pequeña muerte a los seres inmortales. Es la gran muerte la que debe
temerse. La gran muerte, esto es, la condenación del alma, es la que separa de
Dios. Dios nos devolverá a los seres queridos y nos hará llegar a un recinto
donde la muerte no puede entrar y donde la horrible muerte del espíritu no es
posible. Todos necesitamos una operación drástica que nos ponga de rodillas, y
Dios nos la dará.
Aprovechar el tiempo que nos queda, no importa
cuánto sea, pues el último día, una hora antes de morir, toda nuestra vida nos
parecerá como un solo día.
La tumba de nuestros
seres queridos debería ser sencilla y mantenida con amor. Hay que rociarla con
agua bendita regularmente y tener una veladora encendida. Estas son las dos
cosas que las ánimas gustan de tener. También, junto a la tumba, como en su
funeral, ven quien las visita; estas visitas las ayudan a ellas y a nosotros
más de lo que imaginamos.
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