¿Qué es ser cristiano?
¿Qué
es ser cristiano?
Todas las religiones tienen un Credo, una moral y una
liturgia. Cualquier relación humana posee esos tres elementos. El noviazgo
tiene un Credo, es decir, creo que
esa persona es la adecuada para llevarme bien y para formar una familia. Hasta
el noviazgo más abierto comporta una moral.
Su liturgia sería el modo de
tratarse.
Una religión me enseña para qué vine a este mundo y
qué me hace feliz. La respuesta es el esfuerzo del hombre para relacionarse con
la divinidad. El judaísmo y el cristianismo no son fruto de ese esfuerzo del
hombre para resolver cómo ser feliz, ya sabemos que Dios nos buscó primero y
nos amó primero. Si amamos a Dios es
porque Él nos amó primero (1 Juan 4, 19).
En el noviazgo las reglas las ponen entre los dos. En
el cristianismo la fe, la moral y la liturgia las marca Dios. Si acepto, creo
que Jesús es Dios y Hombre verdadero. Si no tengo esto claro es difícil tener
una relación de amistad con Dios. Es cristiano el que escucha su llamada y la
sigue, el que se encuentra con Cristo a través de la Palabra, la liturgia y la
oración. La esencia del cristianismo es
Jesús de Nazaret.
¿Qué
es la oración? La oración es el medio privilegiado e
indispensable para acceder a una auténtica vida cristiana, para conocer y amar
a Dios, y estar en condiciones de responder a la llamada a la santidad que Él
dirige a cada uno. La oración es un medio en el que te encuentras con Jesús. La
oración es ponerse en presencia de Dios durante un tiempo más o menos largo,
con el deseo de entrar en una íntima comunión de amor con Él, en medio de la
soledad y el silencio interior y exterior. Si mi voluntad y mis afectos no
quieren entrar en comunión con Dios, no hago oración. Yo voy a la oración como
soy, con mi manera de ser. Todos deseamos que nos quieran como somos, y así es
como nos quiere Dios, y eso –precisamente eso- es lo que Dios quiere que
experimentemos.
Dios se da libre y gratuitamente al hombre, aunque se
requiere cierta iniciativa y actividad del hombre. Pero antes hay que tener el
corazón puro, lo que se logra con una confesión contrita de nuestros pecados en
el sacramento de la reconciliación. “Por la oración podemos discernir cuál es
la voluntad de Dios” (Rom 12,2; CEC, n. 2826),
El camino de la oración es único y personal. Cada uno tiene una manera particular de
relacionarse con Dios. A cada uno Dios le da luces particulares, pero hay que
saber escuchar haciendo silencio interior a través del recogimiento de los
sentidos. Fomentar el silencio interior es empezar a abrir la puerta del alma y
apagar lo que nos distrae, quizás el celular o móvil.
Lo normal es vivir una continuidad monótona. Cada día dedicar unos momentos a la oración,
y Dios actúa, aunque no nos demos cuenta. Como la oración es un don de Dios,
hay que pedirlo y, a la vez, darle tiempo –darle espacio- para que Él haga lo
que quiera. Con la perseverancia manifestamos el deseo de encontrarnos con
Dios.
Joseph Ratzinger enseña que en la oración debemos ser
capaces de llevar ante Dios nuestros cansancios, el sufrimiento y el compromiso
de seguirlo. Confiarle el peso interior y exterior que llevamos en el corazón.
Jesús se abandona en manos de Dios, incluso cuando Dios parece ausente. La
oración de Jesús en el sufrimiento es un grito de confianza extrema y total en
Dios.
Debemos luchar por tener sencillez y humildad,
virtudes amadas por el Señor. Orar no es hacer, es dejarnos amar por Dios. Si estamos frente a la naturaleza, podemos
fomentar el asombro ante la grandeza de Dios, ante la belleza de los amaneceres
y las nubes de cada día. Es importante dejarnos sorprender, “pues de la grandeza
y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor”
(Sabiduría 13, 5).
Dios nos habla, y muchas veces nos habla a través de
una lectura o a través de nosotros mismos. Conociéndote sabes qué espera Dios
de ti. Conociendo a Jesús sacamos puntos de lucha para nosotros o para otros.
Conociéndolo sé lo que quiero. Jacques Philippe dice que hay que “aprender a orar para aprender a amar”,
y amar es lo más importante de la vida: amar a Dios, amar a los demás, amar la
ecología, la propia vocación y la familia.
El
protagonista de la oración no soy yo, el importante es Dios, y
nuestras cosas son importantes porque le importan a Él. La oración también es
reflexión. La gente no sabe pensar. A veces le pregunta uno a un amigo: ¿Por qué hiciste eso? Y contesta: Porque
no lo pensé.
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