¿Cómo son hoy los jóvenes?
“Los jóvenes
manifiestan una variada fragilidad aunque permanezcan abiertos, disponibles y
generosos. Ya no pesan sobre ellos ideologías como en las generaciones
precedentes. Aspiran a relaciones auténticas y están en búsqueda de la verdad,
pero al no encontrarlas en la realidad, esperan encontrarlas en su propio
interior. Tal actitud los predispone a replegarse dentro de sus propias
sensaciones y del individualismo, poniendo a su disposición el vínculo social y
el sentido del interés general. Aunque el contexto social no les ayuda a
desarrollar una verdadera y propia dimensión espiritual, están dispuestos a
comprometerse con algunas causas más grandes que las suyas”, escribe Tony Anatrella, psicoanalista francés,
especialista en psiquiatría social:
Una de las
fragilidades de la juventud actual es la falta de virtudes humanas. Vemos que con frecuencia se echan para atrás ante
una cosita de nada. Los hijos han aprendido a esperar casi todo de sus padres, a cambio de dar casi nada, por lo tanto están incapacitados para la entrega a Dios
o para la entrega en el matrimonio. Muchos jóvenes están insensibilizados por
el egoísmo y les cuesta un gran esfuerzo pensar en todo lo que no sea ellos
mismos.
Yo tengo la
experiencia de que los jóvenes son poco
valientes. Les sugieren que envíen una carta a los medios para defender sus
valores y quieren que los avale otra persona o institución. No quieren quedar
mal con nadie, aunque la verdad esté de por medio. Somos
muy susceptibles a la influencia de
las personas y lugares a los que asistimos; por temor callamos, evitamos
contradecir la opinión equivocada, o definitivamente hacemos lo posible por
comportarnos según el ambiente para no quedar mal ante nadie. No es posible
formar nuestro criterio y carácter, si somos incapaces de defender los
principios que rigen nuestra vida.
La gente joven no valora la virginidad ni la
pureza. La toma como decencia,
no como un valor de gran estima. Su vida afectiva está
marcada por muchas dudas, comenzando por aquéllas sobre la identidad, el sexo,
la familia. Anatrella dice: “A veces experimentan una gran confusión respecto a
los sentimientos y no saben distinguir entre una atracción a nivel de amistad y
una tendencia homosexual. La coeducación, en la que han vivido desde la
infancia, puede complicar en el momento de la post-adolescencia la relación
entre hombre y mujer. Por último, el considerable aumento de los divorcios no
favorece la fe en el otro ni en el futuro”.
Algunos jóvenes son superficiales. Allí está la raíz de sus
traiciones. Piensan que las dificultades son más fuertes que Dios. Los arrastra
lo placentero por falta de convicciones. Amar cuesta; y el amor se avala con el
sufrimiento. La superficialidad nos hace fluctuantes, débiles, sin compromiso.
La gente no tiene el hábito de leer, por tanto, no piensa
mucho. El cultivo de la inteligencia y la preparación cultural fortalecen la formación de la personalidad. La lectura incide en la capacidad de
comunicación oral y escrita. Leer autores valiosos alza el nivel del pensamiento.
Respecto a la práctica religiosa, Tony Anatrella añade:
“(Los jóvenes) están en búsqueda de las razones para la vida sobre las que
construir la existencia: la mayoría está lejos de preocupaciones religiosas y a
menudo reconoce no haber sido sensibilizada ni educada en este campo. (...) Los
jóvenes tienden a asirse a modalidades de gratificaciones primarias y tienen
dificultad en madurar, entendiendo por madurez la personalidad que ha
completado la organización de las funciones basilares de la vida psíquica y que
por lo tanto es capaz de diferenciar la propia vida interior del mundo
externo”.
En algunos jóvenes hay
tibieza, que es una actitud de indiferencia hacia las cosas de Dios, que se
manifiesta en una postura de mediocridad, de dejaciones, de desgana ante lo que
se refiere a Dios y de abandono de las cosas pequeñas.
Benedicto XVI describe
algunas características nuestras en La
sal de la tierra: “El hombre actual ya no es capaz de reflexionar sobre lo
esencial, pero nota que está falto de algo. Las grandes calamidades colectivas,
que tanto abundan en el momento actual, se deben a que, en la vida del hombre
falta algo, se advierte la carencia de algo... (p. 39). La fe es una fuente de
alegría. Cuando Dios falta, el mundo queda en tinieblas, todo parece aburrido y
no satisface nada. Cuanto más se vacía el mundo de Dios, más necesidad hay de
consumismo y más se vacía el mundo de alegría” (p. 30).
Los jóvenes son
capaces de amar la verdad, de tener grandes ideales y de comprometerse con algunas
causas más grandes que las suyas, pero para eso han de
superar su egoísmo aunque suponga dolor al dar, pero, a la larga eso les hará
felices.
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