Felicitación de año nuevo

 


El entonces Cardenal Ratzinger hablaba del “cambio inútil”, que es aquel que dice: “Que me cambien de trabajo”, “que cambien mis circunstancias para yo cambiar”. Y la persona sigue siendo la misma. El cambio verdadero es el cambio del corazón, el cambio de actitud y que yo me alegre de lo que hay.

Si la felicidad eterna se va a alcanzar por el amor de Dios, también la terrena. El ser humano sólo es feliz cuando ama a Dios y a los demás, y la fuerza para ello la da la oración. Cuando una persona no se entrega voluntariamente, su entrega se va desvirtuando, entonces hay dos caminos: a) o se quiere liberar de aquello que quita libertad, o b) se cae en el acostumbramiento, en la rutina. Se pierde ilusión de amar, de crecer, de asumir lo que libremente se ha elegido.

 Un profesor de la UNAM estaba desesperado con el ateísmo de sus alumnos, hasta que leyó el Capitulo 37 de Ezequiel: 1Fue sobre mí la mano de Yavé, y llevóme Yavé fuera y me puso en medio de un campo que estaba lleno de huesos. 2Hízome pasar por cerca de ellos todo en derredor, y vi que eran sobremanera numerosos sobre la haz del campo y enteramente secos. 3Y me dijo: Hijo de hombre ¿revivirán estos huesos? Y yo respondí: Señor Yavé, tú los sabes. 4Y Él me dijo: Hijo de hombre profetiza a estos huesos y diles: Huesos secos, oíd la palabra de Yavé. 5Así dice el Señor, Yavé, a estos huesos: Yo voy a hacer entrar en vosotros el espíritu y viviréis; 6y pondré sobre vosotros nervios, y os cubriré de carne, y extenderé sobre vosotros piel y os infundiré espíritu, y viviréis y sabréis que yo soy Yavé.” 7Entonces profeticé yo como se me mandaba; y a mi profetizar se oyó un ruido, y hubo un agitarse y un acercarse huesos a huesos. 8Miré y vi que vinieron nervios sobre ellos, y creció la carne y los cubrió la piel, pero no había en ellos espíritu. 9Díjome entonces: profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así habla el Señor, Yavé: Ven ¡Oh espíritu!, ven de los cuatro vientos y sopla sobre estos huesos muertos, y vivirán. 10Profeticé yo como se me mandaba, y entró en ellos el espíritu, y revivieron y se pusieron en pie, un ejercito grande en extremo” .

 

Este texto, dice, me hizo reflexionar –dijo el profesor-, si Dios puede reunir los huesos secos, y ponerles nervios, carne, piel e infundirles espíritu y darles vida nueva, ¿No podrá hacer lo mismo con los cadáveres espirituales que inundan nuestra sociedad? ¡DESDE LUEGO QUE SÍ! Lo que el Señor requiere es que anunciemos la Buena Nueva, el Evangelio, a nuestros conocidos y a nosotros mismos. No nos desanimemos por que parecen estar muertos, insensibles a cualquier tipo de mensaje espiritual. Dios puede hacerlo, pero quiere hacerlo con nosotros, con nuestras bocas y con nuestras manos. Yavé podía revivir los huesos secos directamente, pero quiso hacerlo por medio del profeta Ezequiel. Así ahora, no creamos o esperemos que Dios actúe directamente, Él quiere hacerlo por medio de nosotros, quiere que seamos Su voz, Sus manos, Sus pies, para anunciar el evangelio desde lo alto de los montes, en nuestros trabajos, en nuestras diversiones, con nuestros amigos –y con nuestros enemigos- para llevar la buena nueva precisamente a esos cadáveres espirituales que están sedientos de la palabra de vida eterna, aunque no lo sepan; pero todos aquellos que la reciban, compartirán con nosotros –eso esperamos- el premio prometido por el Hijo para los que fueron fieles a Su palabra: “… Venid Benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25, 34).

 

Este año se está terminando, pero cuando el tiempo pasa, nosotros nos volvemos a Dios, el cual mandó bendecir así al pueblo que creía en él: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti, te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz; así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré". ¡Qué promesa más bella para terminar el año! Invocar el nombre del Señor es una expresión clásica de la Biblia. Quiere decir no solamente invocarlo con los labios, quiere decir tomar conciencia de que somos el pueblo de Dios. Es tiempo de acción de gracias y de pedir perdón al Señor.

Aprovechemos esta circunstancia para hacer un examen de conjunto de este tiempo que se fue. ¿Cómo hemos realizado nuestros deberes? ¿Sentimos la necesidad de pedir perdón por lo que hicimos mal, o de dar gracias por lo que salió bien? Encontramos muchos motivos de agradecimiento por los dones y gracias recibidas, también por las gracias desconocidas.

Somos responsables ante Dios de ayudar a muchos; cada uno tiene como un “lote” de almas que salvar. Hay que hablar con todo mundo de Dios. Amar es no albergar más que un pensamiento: Vivir para la persona amada y para la familia amada.

Hemos de hablar con voz clara, esto es, con el ejemplo de nuestra vida.

Padre Dios: No dejes de decirme lo que quieres de mí, a través de la corrección fraterna, de una lectura, del Evangelio, del ejemplo de una persona... Que no nos pase nada inadvertido de lo que Dios hace en nosotros y a través de nosotros. Permanecer en una continua acción de gracias.

¡Feliz Año 2024! Y que el Señor nos dé su gracia para afrontar las tareas y tribulaciones que puedan venir.


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Quién soy yo?

Semana de oración por la unidad de los cristianos

Plan personal de formación