Cuidado con la política
Desafortunadamente, la política suele ser entendida, no como una búsqueda
civilizada del bien común, donde se ejercita la capacidad de dialogar,
escuchando, proponiendo y acordando, sino como un nefasto medio de división
entre quienes tienen criterios distintos.
Cuando leemos y escuchamos los
testimonios de quienes han participado tanto en conflictos internacionales como
en guerras civiles, podemos descubrir que los partidarios de los diversos
bandos se consideran a sí mismos como “los demócratas” y, por lo tanto, a sus
enemigos como “los antidemocráticos”.
Aquí cabe una salvedad de no
pequeña importancia: La democracia, por sí misma, no asegura un desempeño
honrado, certero y limpio de la gestión pública, aunque sí la puede facilitar.
Muchos suelen idealizar a ésta, considerándola como el fin a conseguir, y no
como un medio para trabajar en favor del bien común. La “diosa democracia”
puede estar vacía de contenido real y ser una simple ilusión fantástica.
Cuando se cae en la desacreditación
burlona y agresiva, donde se echa mano de la calumnia como un medio
propagandístico de un partido en contra de sus adversarios, no estamos ante el
ejercicio de una política respetable, sino ante una política pirata y
corriente.
Tristemente vemos que estas
sucias prácticas son frecuentes en todos los partidos, y tal parece que sus
productores no se dan cuenta de que, al fin y al cabo, hacen un grave daño a
grandes partes de la población que, por su falta de madurez y criterio social,
toman partido con ánimo combativo.
Demagógicamente escuchamos que
los pueblos no se equivocan; que las masas no pueden vivir en el error de forma
permanente, pero todos sabemos que esto no es verdad. Ojalá se promoviera una
educación integral donde el civismo fuera enseñado como una forma real de
preocupación por la sociedad en general y, por lo mismo, donde aceptáramos que
quienes no piensan como nosotros no son nuestros enemigos, sino simplemente
nuestros vecinos o, mejor aún, nuestros hermanos.
En el ejercicio de la política
hay que estar dispuestos a ceder en muchos puntos que no son esencialmente
nocivos y que, por lo mismo, pueden ser manejados de formas diversas. La unidad
y la capacidad de diálogo nos fortalecen. Mientras más enconadas sean las divisiones
sociales por un encerramiento ideológico, mayor será la debilidad de nuestros
pueblos.
No existe, ni podrá existir jamás, un gobierno perfecto. Tenemos que
aprender a entendernos, a trabajar juntos, con sincero afán de colaboración
respetuosa. Aquí estriba nuestra verdadera fuerza. La historia ha demostrado
muchas veces que cuando un partido vence a quienes considera sus enemigos,
suele perder el pueblo entero.
Un sobreviviente de la
destrucción de Guernica afirma: “Fue una buena lección, que después se tuvo muy
en cuenta: Que la guerra sólo sirve para traer dolor y sangre”. Aprendamos la
lección ahora que estamos a tiempo.
Alejandro
Cortés González-Báez
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