¿Celebrar o no celebrar Halloween?

 


¿Celebrar o no celebrar Halloween?


El tema de Halloween ha sido afrontado en todos sus aspectos por el escritor italiano Paolo Gulisano, autor de numerosos ensayos sobre literatura de fantasía y sobre la cultura anglosajona.

En algunos sectores, ante la expansión de Halloween, ha empezado a manifestarse una cierta preocupación. ¿Usted qué piensa?

 Es verdad. Hay quien ve en Halloween un retorno a formas de «paganismo» y quien en cambio ve un rito folclórico y de consumismo, una especie de inocuo carnaval fuera de temporada. El hecho es que nadie recuerda, no sólo entre los niños y jóvenes y a nivel mediático popular, la festividad cristiana que Halloween a la que está suplantando, Todos los Santos. El 1 de noviembre se ha confundido con la conmemoración de los Fieles Difuntos, que cae en realidad al día siguiente.

Pero ¿qué significa Halloween?

El nombre Halloween es la deformación americana del término, en el inglés de Irlanda, «All Hollows' Eve»: Vigilia de Todos los Santos. Esta antiquísima fiesta llegó a Estados Unidos junto con los emigrantes irlandeses y allí echó raíces para sufrir recientemente una radical transformación. De las pantallas de Hollywood la moda de Halloween llegó así desde hace algunos años a la vieja Europa y a otras partes del mundo. Tras Halloween está una de las más antiguas fiestas sagradas de Occidente: una fiesta que ha atravesado los siglos, con usos y costumbres que en el tiempo se han ido redefiniendo, pero que han conservado el mismo significado. Sus orígenes, el significado de los símbolos, son sin embargo desconocidos para la mayoría.

Pero la fiesta se remonta al paganismo de los celtas. El 1 de noviembre, era para ellos el primer día del año, la fiesta en la que los espíritus buscaban cuerpos para reencarnarse. La Iglesia, en la Edad Media, sustituiría esta tradición por la festividad de Todos los Santos, que es seguida después por el día de los Fieles Difuntos.

Exacto. Halloween no es más que la última versión, secularizada, de una ortodoxa fiesta católica, y en mi libro he tratado de explicar cómo ha podido suceder que una tradición plurisecular cristiana se haya convertido en la actual carnavalada de terror. Digamos antes que nada que el origen de este último fenómeno Halloween es completamente estadounidense. En ese país al que llegaron millones de emigrantes irlandeses con su profunda devoción por los santos, se trataba de un culto muy fastidioso para la cultura dominante de carácter puritano. De este modo, en su actual versión secularizada, se ha tratado de descartar el sentido católico de Todos los Santos, manteniendo en Halloween el aspecto lúgubre del más allá, con los fantasmas, los muertos que se alzan de las tumbas, las almas perdidas que atormentan a los que en vida les hicieron daño: un aspecto que se intenta exorcizar con las máscaras y las bromas.

Obviamente, el viejo continente no podía permanecer mucho tiempo sin adoptar el nuevo «culto». De hecho vemos difundirse cada vez más entre nosotros Halloween con su cortejo de artículos de consumo más o menos macabros –calaveras, esqueletos, brujas– que no se propone como una forma de neopaganismo, ni como un culto esotérico, sino simplemente como una parodia de la religiosidad cristiana auténtica, con fines preferentemente consumistas: vender productos de carnaval (el llamado mercadeo de Halloween), máscaras, calaveras, calabazas, capas, gorros y otras cosas, además de espacios publicitarios en los filmes de horror emitidos por las cadenas de televisión. Halloween se propone comercialmente como una fiesta joven, divertida, diferente, «transgresiva»; uno se disfraza de fantasma, bruja o zombi para ir a bailar a alguna fiesta....

Sin embargo, Halloween no puede ser considerado simplemente como un fenómeno comercial o como un segundo Carnaval...

En efecto. Es importante conocer y saber valorar bien sus raíces culturales, y también las implicaciones esotéricas que se han superpuesto ambiguamente esta fecha. El 31 de octubre en efecto se ha convertido en una fecha importante para el esoterismo en cuyos textos encontramos estas definiciones: «Vuelve el Gran Sabbat [encuentro entre las brujas y Satanás, ndr.] cuatro veces al año... Halloween que es quizá la fiesta más querida»; «Samhain [fiesta celta del 1 de noviembre, ndr.] es el día más mágico de todo el año, año nuevo de todo el mundo esotérico». El mundo de lo oculto la define así: «es la fiesta más importante para los seguidores de Satanás». La fecha de una importante celebración de cultura celta antes y de la cristiana después ha pasado a formar parte del calendario del ocultismo.

Entonces ¿qué se hace el 31 de octubre?

En mi opinión se puede y se debe hacer fiesta. El 1 de noviembre, que fue el Año Nuevo celta y luego Todos los Santos, es una festividad extraordinaria para los cristianos, y no vale la pena dejarla en manos de charlatanes y ocultistas. No hay que tener miedo del Halloween «malo», y por esto hay que conocerlo bien. Halloween, de todas formas, no se puede ignorar, y forma parte ya del escenario de nuestros tiempos. ¿Qué hacer por tanto?

Educadores y familias deberían movilizarse contra la falta de educación, de buen gusto, contra la profanación del misterio de la muerte y de la vida tras la muerte, pero no es fácil ir contra corriente, desafiar las modas imperantes.

Entonces se puede hacer fiesta en Halloween, recordando lo que este día ha significado durante siglos y lo que sigue testimoniando. Hay que salvar Halloween, dándole su antiguo significado, liberando esta fiesta de la dimensión puramente consumista y comercial y sobre todo extirpando la pátina de ocultismo sombrío del que ha sido revestida. Por tanto, aconsejaría organizar la fiesta y explicar claramente que se está festejando a los muertos y los santos, en modo positivo e incluso simpático para que los niños sean educados en una visión de la muerte como un acontecimiento humano, natural, del que no hay que tener miedo.

Un exbrujo, converso, dice que es mejor que los niños no usen disfraces en Halloween, el 31 de octubre, porque supone una iniciación.


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