Breve historia del Ángelus


 La costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a María de Nazaret influyó en las comunidades cristianas de los primeros siglos en la comprensión del misterio de la encarnación. Dan fe de ello las aportaciones de los Padres de la Iglesia, tanto orientales como occidentales.

El Ángelus se reza a las 6 de la mañana, a las 12 (mediodía) y en la tarde, a las 6 p.m. La costumbre de rezar en estos tres momentos de la jornada es muy antigua.

Las palabras del Angelus “son palabras verdaderamente decisivas. Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad”. Esto explica el origen del “Totus tuus”, la expresión deriva de San Luis María Grignon de Monforte (San Juan Pablo II, Don y misterio, p. 34).

En el judaísmo, se recitaba dos veces al día la profesión de fe conocida como Shemá Ysrael (escucha Israel), posiblemente a causa del texto del Deuteronomio 6,7 y 11,19: "Repetirás estas palabras (de la Ley) a tus hijos, las dirás lo mismo en casa que cuando vayas de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". No es una mera plegaria, sino un acto de fe y de reconocimiento al Dios salvador que se ha manifestado en los acontecimientos de la historia. Es como el credo israelita, y formaba parte de la liturgia oficial del Templo y de la vida privada.

El Angelus

Las palabras de esta oración son cruciales, ¡son palabras extremadamente decisivas!, dijo San Juan Pablo II, expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad: “En ángel del Señor anunció a María…”.

El Papa Pío V hizo insertar en 1571 esa fórmula en el Oficio de la Virgen, aprobado por él, introduciéndola bajo el título "Ejercicio cotidiano". La fórmula adquiría así un carácter oficial.

A finales del siglo XVII en Francia se rezaba en todas las iglesias: "no hay familia cristiana que no rece el Ángelus cuando oye tocar las campanas. Creo que no hay necesidad de exhortar a los cristianos para que lo recen, ya que esta práctica está bien establecida y observada en todas partes" (Bocquillot).

El Papa Juan XXIII, cuando empezó a impartir la bendición apostólica los días de fiesta, decidió colocar antes de la bendición la oración del Ángelus, uso que adoptaron luego sus sucesores, hasta que se hizo una de las citas de oración tradicionales del obispo de Roma con los fieles romanos y peregrinos.

 

En la exhortación apostólica "Marianis cultus", de Pablo VI (1974 exhorta a "mantener la costumbre de este rezo, donde y cuando sea posible” Entre sus características se señalan: "Su estructura sencilla, su carácter bíblico, su ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada, su apertura al misterio pascual, por lo que, mientras conmemoramos la encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser conducidos por 'su pasión y su cruz a la gloria de la Resurrección" (n. 41).

El saludo del Ángel dirigido a María, Hija de Sión, es una invitación a aquel gozo mesiánico que en otros tiempos dirigieron los profetas a Jerusalén. La virgen de Nazaret, en nombre de Israel, es invitada a alegrarse porque al tomar carne en su seno, el Hijo de Dios viene a la Hija de Sión, pone su morada en medio de ella como rey de la nueva casa de Jacob. Al anuncio del Ángel corresponde el silencio meditativo de María, silencio que se abre al deseo de una comprensión más amplia. María será como una nueva Arca de la Alianza, porque llevará en su seno al Hijo de Dios.

El fíat de María manifiesta un gozoso deseo de colaborar con lo que Dios quiere de ella. S. Bernardo dice: “El ángel está aguardando la respuesta. Señora, también nosotros esperamos esa palabra tuya de conmiseración (...) Responde ya, oh Virgen; que nos urge (......). Mira que está a la puerta llamando el deseado de todos los pueblos” (Ap. 3,20). (San Bernardo de Claraval, De laudibus Virginis Matris, IV 8 (PL. 183, 83-84).

De Pascua a Pentecostés se reza el Regina coeli en vez del Ángelus, para recordar la alegría de la Virgen al ver a Jesús resucitado.

A nadie como a María se entregó Dios tan abundantemente, pero tampoco criatura alguna comprendió como María la grandeza del don divino, ni fue como Ella tan fiel depositaria y adoradora. Por eso María como Madre de Dios y Madre nuestra es la mejor maestra, la mejor pedagoga que nos enseñará a abrirnos al misterio de Cristo, su Hijo y hacerle un lugar cada vez más relevante en nuestras vidas.

Hace poco decía un teólogo de la Universidad de Navarra, que afirmar que Dios es Creador es decir que gobierna este mundo, es decir que está presente en la Historia. Si nos quedamos en que Dios ha creado un mundo bonito, nos quedamos en un cuento de hadas. Este mundo no es Disneylandia; hay quienes aspiran a vivir en Disneylandia, entretenidos. Hay quien sólo piensa en divertirse, en pasarla bien, y piensan que estamos en el paraíso terrenal. No estamos para divertirnos. Tenemos un papel en esta historia de pecado. Si quiero Disneylandia y la vida no es así, vivo en una frustración constante. El problema de nuestros contemporáneos es que quieren hacer de este mundo Disneylandia, cuando aquí está pasando algo, estamos llamados a colaborar en este campo de trigo y cizaña.

La costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a María de Nazaret influyó en las comunidades cristianas de los primeros siglos en la comprensión del misterio de la encarnación. Dan fe de ello las aportaciones de los Padres de la Iglesia, tanto orientales como occidentales.

El Ángelus se reza a las 6 de la mañana, a las 12 (mediodía) y en la tarde, a las 6 p.m. La costumbre de rezar en estos tres momentos de la jornada es muy antigua.

Las palabras del Angelus “son palabras verdaderamente decisivas. Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad”. Esto explica el origen del “Totus tuus”, la expresión deriva de San Luis María Grignon de Monforte (San Juan Pablo II, Don y misterio, p. 34).

En el judaísmo, se recitaba dos veces al día la profesión de fe conocida como Shemá Ysrael (escucha Israel), posiblemente a causa del texto del Deuteronomio 6,7 y 11,19: "Repetirás estas palabras (de la Ley) a tus hijos, las dirás lo mismo en casa que cuando vayas de camino, cuando te acuestes y cuando te levantes". No es una mera plegaria, sino un acto de fe y de reconocimiento al Dios salvador que se ha manifestado en los acontecimientos de la historia. Es como el credo israelita, y formaba parte de la liturgia oficial del Templo y de la vida privada.

El Angelus

Las palabras de esta oración son cruciales, ¡son palabras extremadamente decisivas!, dijo San Juan Pablo II, expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad: “En ángel del Señor anunció a María…”.

El Papa Pío V hizo insertar en 1571 esa fórmula en el Oficio de la Virgen, aprobado por él, introduciéndola bajo el título "Ejercicio cotidiano". La fórmula adquiría así un carácter oficial.

A finales del siglo XVII en Francia se rezaba en todas las iglesias: "no hay familia cristiana que no rece el Ángelus cuando oye tocar las campanas. Creo que no hay necesidad de exhortar a los cristianos para que lo recen, ya que esta práctica está bien establecida y observada en todas partes" (Bocquillot).

El Papa Juan XXIII, cuando empezó a impartir la bendición apostólica los días de fiesta, decidió colocar antes de la bendición la oración del Ángelus, uso que adoptaron luego sus sucesores, hasta que se hizo una de las citas de oración tradicionales del obispo de Roma con los fieles romanos y peregrinos.

 

En la exhortación apostólica "Marianis cultus", de Pablo VI (1974 exhorta a "mantener la costumbre de este rezo, donde y cuando sea posible” Entre sus características se señalan: "Su estructura sencilla, su carácter bíblico, su ritmo casi litúrgico que santifica momentos diversos de la jornada, su apertura al misterio pascual, por lo que, mientras conmemoramos la encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser conducidos por 'su pasión y su cruz a la gloria de la Resurrección" (n. 41).

El saludo del Ángel dirigido a María, Hija de Sión, es una invitación a aquel gozo mesiánico que en otros tiempos dirigieron los profetas a Jerusalén. La virgen de Nazaret, en nombre de Israel, es invitada a alegrarse porque al tomar carne en su seno, el Hijo de Dios viene a la Hija de Sión, pone su morada en medio de ella como rey de la nueva casa de Jacob. Al anuncio del Ángel corresponde el silencio meditativo de María, silencio que se abre al deseo de una comprensión más amplia. María será como una nueva Arca de la Alianza, porque llevará en su seno al Hijo de Dios.

El fíat de María manifiesta un gozoso deseo de colaborar con lo que Dios quiere de ella. S. Bernardo dice: “El ángel está aguardando la respuesta. Señora, también nosotros esperamos esa palabra tuya de conmiseración (...) Responde ya, oh Virgen; que nos urge (......). Mira que está a la puerta llamando el deseado de todos los pueblos” (Ap. 3,20). (San Bernardo de Claraval, De laudibus Virginis Matris, IV 8 (PL. 183, 83-84).

De Pascua a Pentecostés se reza el Regina coeli en vez del Ángelus, para recordar la alegría de la Virgen al ver a Jesús resucitado.

A nadie como a María se entregó Dios tan abundantemente, pero tampoco criatura alguna comprendió como María la grandeza del don divino, ni fue como Ella tan fiel depositaria y adoradora. Por eso María como Madre de Dios y Madre nuestra es la mejor maestra, la mejor pedagoga que nos enseñará a abrirnos al misterio de Cristo, su Hijo y hacerle un lugar cada vez más relevante en nuestras vidas.

Hace poco decía un teólogo de la Universidad de Navarra, que afirmar que Dios es Creador es decir que gobierna este mundo, es decir que está presente en la Historia. Si nos quedamos en que Dios ha creado un mundo bonito, nos quedamos en un cuento de hadas. Este mundo no es Disneylandia; hay quienes aspiran a vivir en Disneylandia, entretenidos. Hay quien sólo piensa en divertirse, en pasarla bien, y piensan que estamos en el paraíso terrenal. No estamos para divertirnos. Tenemos un papel en esta historia de pecado. Si quiero Disneylandia y la vida no es así, vivo en una frustración constante. El problema de nuestros contemporáneos es que quieren hacer de este mundo Disneylandia, cuando aquí está pasando algo, estamos llamados a colaborar en este campo de trigo y cizaña.

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