Dios preparó un portal...
“Dios empezó a mirar el mundo
desde aquí abajo, a través de la pupila asombrada de un Niño” (Enrique
Monasterio). Lo que sucedió hace 21 siglos en Belén –el nacimiento de Cristo-
es infinitamente superior a la creación entera. Nunca había sucedido nada más
grande ni sucederá, porque el hecho de que
Al principio Dios quiso poner un pesebre y creó el
universo para adornar la cuna. “
El nacimiento de Cristo es un hecho histórico, algo que ha sucedido de
verdad y se ha convertido en acontecimiento. Es asombroso como esa noche en el
establo, en esa cueva, percibida por los pastores a raíz del mensaje de los
ángeles, Dios vino al mundo en persona.
A la hora del parto de Santa María, un rayo grandísimo de luz inundó
todo el espacio, y el Niño nació sin lastimar a su Madre, como pasa un rayo de
sol a través de un cristal, dejándolo intangible. Nació un Niño hermosísimo,
llorando.
—¿Por qué llora, Madre mía? —, preguntaría más tarde una pastorcita.
—Por lo que sufrirá Jesús por el ser humano.
En ese momento bajaron miles de Ángeles a adorar a Dios hecho Niño. ¡Qué
regalo tan precioso dio el Padre Eterno al mundo! ¡Qué maravillas hace Dios que
hasta los animales, en el pesebre, se hincan ante su Creador! Ayuda mucho hacer
un rato de oración frente al Nacimiento para darnos cuenta de que Dios pide
algo a cada uno. Sólo darme por entero, sin reservarme una parte, responde
plenamente a la dignidad humana.
Belén significa “Casa del pan”, como sabemos. Y María nos dio el Pan de
vida. Santa María fue el primer Sagrario del mundo. El sagrario es el modo que
Dios inventó para estar con nosotros.
Nuestro asombro es mayor cuando descubrimos que Dios se ha hecho miembro
de la familia humana para que los hombres fuéramos de la familia divina. Así lo
dice San Juan: “Ved qué amor ha tenido el Padre que nos llamamos hijos de Dios,
y lo somos” (1 Jn 3,1). El misterio de la grandeza se Dios se manifiesta
precisamente en su capacidad de humildad. Nos enseña que lo grande es ponerse
al servicio de los demás. Aceptarlo es y seguirá siendo una revolución.
La deuda que por ello los hombres contraemos es impagable. Lo que anunció
el profeta Ezequiel: “Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él... Yo mismo
apacentaré mis ovejas” (34, 10-16), se cumple al pie de la letra cuando Jesús
dice que él es el Buen Pastor. Hablar de
Dios está muy cercano, pero “Jesús no vino a ponernos las cosas
fáciles”, dice Benedicto XVI, sino que arroja fuego a la tierra, el fuego del
Espíritu Santo. La paz que trae Jesús “nos arranca de nuestras comodidades
impulsándonos al combate, a sufrir por la verdad. Sólo así puede surgir la paz
verdadera frente a la paz aparente (...) Porque la primera obligación del
cristiano no es el , sosiego, sino defender la grandeza que Cristo nos ha
regalado, y esto puede convertirse en un sufrimiento, en una lucha hasta llegar
al martirio, y precisamente así es pacificador” (Dios y el mundo, p. 210).
El Papa Benedicto, en una Navidad dijo: En Navidad, el Omnipotente se hace Niño
y pide ayuda y protección; su modo de ser Dios pone en crisis nuestro modo de
ser hombres; su llamada a nuestras puertas nos interpela, interpela nuestra
libertad y nos pide que revisemos nuestra relación con la vida y nuestro modo
de concebirla (...). Hombre moderno, adulto y, sin embargo, a veces débil en el
pensamiento y en la voluntad, ¡déjate llevar de la mano por el Niño de Belén,
no temas, fíate de Él!
El Mensaje de Navidad del 2015 del Papa
Francisco nos gustó especialmente, por ello lo incluyo aquí:
Navidad eres tú, cuando decides nacer de
nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma. El pino de Navidad eres tú,
cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida. Los adornos
de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan tu vida. La
campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres también
luz de Navidad cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la
bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad.
Los ángeles de Navidad eres tú, cuando
cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de
Navidad eres tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres
también los Reyes Magos, cuando das lo mejor que tienes sin importar a quien.
La música de Navidad eres tú, cuando conquistas la armonía dentro de ti. El
regalo de Navidad eres tú, cuando eres de verdad amigo de todo ser humano. La
tarjeta de Navidad eres tú, cuando la bondad está escrita en tus manos. La
felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas y reestableces la paz aun
cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias de pan y de esperanza
al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la Noche de Navidad, cuando humilde y
consciente recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo sin ruido
ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa de confianza y de ternura en la paz
interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti. Una muy
feliz Navidad para todos los que se parecen a la Navidad.
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