LEER
Leer es una actividad tranquila; leer nos
aquieta, nos serena; durante ella se toma una postura contemplativa en la que
sólo nos interesa lo que el autor dice. La corriente narrativa
es como un río que nos lleva; y vivimos las vidas de los protagonistas del
relato y nos emocionamos con lo que les sucede. A mí me conmueve hasta lo más
profundo leer, en el libro del Génesis, el reencuentro de José con su padre.
Procuro no leerlo con frecuencia porque me hace llorar.
“Leer es la más noble y ennoblecedora de las distracciones, ya que
únicamente la lectura y la sabiduría proporcionan los buenos modales de la
inteligencia”, dice Marcel Proust.
Las personas que tienen el hábito de la lectura desde
su infancia, tienen la inteligencia y la imaginación despiertas y la mente
educada para plantearse alternativas inéditas y recorrer sendas inexploradas,
afirma Alejandro Llano.
Con los libros, el lector elige con quiénes quiere
dialogar, elige sus interlocutores entre las cabezas más lúcidas y sensibles de
la humanidad. En algo tan pequeño ¡qué placeres tan limpios y fuertes le están
reservados! Al pasar atentamente, amorosamente, por las páginas de un buen
libro, es el libro el que pasa por nosotros y deja su huella. Y el libro que cumple
mejor estas condiciones es la Biblia, observa Alasdair MacIntyre.
Una educación que prescinde de los libros es una mala
educación. La afición a la lectura desciende alarmantemente entre los jóvenes,
por eso les cuesta mucho esfuerzo pensar, es preciso difundir el amor a los
libros, porque los libros son el cauce ordinario de la vida del espíritu.
Donde está la libertad allí están los libros. Todas
las formas de totalitarismo han tratado de suprimir la afición a los libros.
Así sucedió en China con la imposición de “el” Libro Rojo, de Mao. Además, el
mejor antídoto contra la violencia es la pasión por la lectura.
Ficción
y realidad
El mito de la
caverna de Platón, es una figura poética. A juicio de Alejandro Llano, la
enseñanza fundamental de esa alegoría consiste en desvelar que el saber acerca
de las Ideas no es productivo, es más bien poético.
Las Ideas no son grandes modelos o super-representaciones: son comprensiones, o, en cierto sentido, intuiciones; y mejor aún, aquello que
hace posible que haya comprensiones e intuiciones.
Toda ficción lograda, toda metáfora conseguida, tiene
la virtud de ponernos de golpe ante la realidad, afirma Alejandro Llano,
filósofo español.
El conocimiento sapiencial no puede prescindir por
completo de la ficción, de la literatura, de la poética.
Dice Aristóteles al comienzo de su Metafísica, que el amante de la
filosofía es también amante de los mitos, porque en el fondo de todo late lo
maravilloso. La
literatura no trata de individuos sino de personajes, de tipos de hombres y de
mujeres, por eso enseña tanto sobre la psicología humana y la belleza: se ocupa
de lo permanente y de lo que es esencial a la condición humana.
¿De quién hemos de esperar lo bueno y lo mejor? De
nosotros mismos, decía Ortega. La historia no nos arrastra, la hacemos
nosotros. No hay más libertades que las que uno se toma, con su consecuente
responsabilidad.
Somos lo que leemos y contemplamos, se ha dicho; pero
quizás sea más cierto que leemos y
contemplamos lo que hemos vivido o esperamos vivir, afirma Llano.
La “verdad literaria” y la “verdad artística” apelan a
las vivencias comprensivas del autor, del artista, de la propia audiencia,
sobre todo cuando se trata de un público culto. Vladimir Soloiev dice que el
arte es toda representación sensible de cualquier objeto o fenómeno bajo la
perspectiva de su estado futuro. Él habla bajo la perspectiva cristiana.
El Quijote es la historia de una conversión, porque al
final de la jornada, el Hidalgo se da cuenta de que lo importante de los libros
no es la fantasía sino la verdad. Quienes más leen son las
personas más ocupadas, que dentro de la multiplicidad de sus tareas, buscan
momentos de sosiego, para vivir un silencio activo donde se escuche la voz
callada de los textos.
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