Pensar
Pensar, una meta diaria
“No hay faena más difícil y evasiva que pensar, todo
conspira para que no la llevemos a cabo”, opina Alejandro Llano. Nos da miedo
enfrentarnos con la realidad pura y dura, y mucho más si hemos de hacerlo por
nuestra cuenta y riesgo. Sin embargo, la realidad es que siempre se piensa más y mejor en compañía de otros.
Hemos de contar con los libros, los amigos, los colegas,
los críticos e incluso los contrincantes. Pocos o muchos nuestro interlocutor
es la verdad, y la verdad es esquiva. El empeño por desnudar la verdad para
conocerla y tratar de hacerla resplandecer ante nuestros ojos, es tarea lenta y
fatigosa. No todos son capaces de proseguir en ese trabajo de superar
apariencias y rechazar equívocos.
Para
pensar bien hay que aprender a pensar, lo cual equivale a no dejarse llevar por
los tópicos imperantes.
Amar la verdad, cueste lo que cueste, es el único sendero
que nos aparta de los tópicos repetidos, convencionales, y nos ayuda a
liberarnos de la sumisión. El desafío es pensar y seguir pensando.
Está emergiendo otro
modo de pensar que toma más en cuenta a las mujeres y el cuidado de la
ecología. En ese otro modo de pensar se le da más importancia a lo cualitativo
que a lo cuantitativo, por ejemplo, en el vestir se prefiere tener menos
guardarropa, pero de más calidad; se prefiere tener menos amigos, pero con
relaciones más profundas.
Para el espíritu de
finura que ahora emerge, se cuenta con la amabilidad en el trato con todas
las personas sean del nivel que sean, porque se comprende que lo menos
sustituible de todo es la persona.
Es vital conocer qué humaniza y qué deshumaniza al
hombre, hay que aclararse uno mismo que es lo bueno y lo mejor para el hombre.
Los
clásicos
¿Dónde buscar el aguijón que nos despierta de nuestra
anorexia cultural? Volvamos a los clásicos, avancemos hacia ellos. Tratar de
pensar con el rigor y la belleza con que ellos pensaron. Los mejores frutos de
nuestra civilización han salido de allí.
El ascenso hacia los griegos y latinos es un empeño de
regeneración. Como dice Leo Strauss, lo clásico se caracteriza por su noble
simplicidad y su grandeza serena. El pensamiento clásico nos sitúa ante lo
“natural” del hombre. Decimos de una persona que es “natural” si se guía por su
profunda forma de ser (Cfr. A. Llano, Otro
modo de pensar, EUNSA, p. 97).
El humanismo clásico es un modo de pensar libre de todo
fanatismo porque se da cuenta de que el mal no puede ser desarraigado
totalmente, y, por tanto, de que los resultados que cabe esperar, no pueden ser
más que modestos.
Carlos García Gual dice que estudiar griego no es sólo
aprender una bella lengua antigua, “es acceder a un mundo de un horizonte
cultural fascinante e incomparable y avanzar hacia las raíces de la tradición
ética, estética e intelectual de Occidente” (Avisos humanistas).
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