Pereza y sanación
La flojera es la falta de
fuerza física o moral. La pereza es la negligencia, el tedio o el hastío para
realizar actividades sean físicas o intelectuales. Es un vicio capital ya que
genera otros males.
Los seres humanos tienden a no malgastar energía si no hay un
beneficio a corto plazo. A los que evitan realizar una actividad que no trae un
beneficio instantáneo se les llama
vagos o perezosos. A veces se debe a que están mal alimentados o padecen alguna
enfermedad, pero otras veces se debe a que no tiene la voluntad fuerte, la
debida preparación, les falta un motivo para hacerlo o no le han encontrado
sentido a la vida y al trabajo. El perezoso piensa: “no hagas parado lo que
puedes hacer sentado. No hagas sentado lo que puedes hacer acostado. No hagas
mañana lo que puedes hacer pasado mañana”, y así, no progresa o avanza muy
poco.
Un joven que está en la cárcel reflexionó: “Estoy aquí porque mi regla de vida era hacer lo que me gusta o
apetece, no lo que me conviene”. El ser humano está hecho para amar,
trabajar y servir, y eso lo hace sentirse pleno.
La tristeza es mala compañera, y tiene varias facetas: celos,
envidia, acidia, pereza, melancolía, depresión. Si alguien tiene este tipo de
tristeza debe ponerse a trabajar como si no pasara nada.
Escribe la historia de tu vida basada
en esta conducta destructiva: la pereza, la flojera. El
objetivo es encontrar la herida. Son productos anestésicos. Al redactar mi
historia encuentro la herida que tengo. Así no naciste. Las heridas te han
hecho ser la persona que eres. Somos el resultado de nuestros genes, de nuestra
historia y de las decisiones personales. Somos inacabados. Somos la criatura
más perfecta de la creación. Tenemos voluntad para cambiar; desde que abro los
ojos tomo decisiones, las puedo tomar basadas en la inteligencia o en el
apetito, pero –eso sí- todas las decisiones están basadas en el deseo de ser
felices. Todo lo hemos aprendido. ¿Eso, para qué? Porque así podemos aprender
el camino hacia la felicidad.
Lo más valioso que tenemos
es el tiempo, si ya lo das en el trabajo o en la familia, dalo con alegría,
sino, sirve de poco. No podemos atenernos a lo que “nos toca hacer”, pues
muchas veces con esa careta justificamos que nos falten virtudes, es decir, buenos
hábitos.
Hay jóvenes que empiezan los estudios de Secundaria o Preparatoria
y luego los abandonan porque otros los abandonaron, o porque estudiar supone
esfuerzo, tesón, constancia en la asistencia a clases, y no llegan a saborear
las delicias de aprender cosas nuevas, útiles para un futuro próximo o para la
propia capacitación.
La pereza intelectual es
sencillamente no querer pensar, no poner esfuerzo para cultivarse y para aprender
nuevas cosas. No se trata de memorizar teorías sino de plantearse si aquello
que leo u oigo es verdadero o no lo es. Se trata de cuestionarse si lo que dice
el periódico o el libro es la verdad o es una manipulación. Hay que atreverse a
pensar y a seguir pensando. Pensar en lo que hacemos: ¿es bueno o malo?, ¿es dañino
o benéfico?
En la película El Gladiador se oye este diálogo.
—¿Por qué no me nombras tu sucesor?-, le dice el hijo al emperador .
—Porque para gobernar hacen falta cuatro virtudes: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza, y tú no las tienes.
Esas cuatro virtudes se llaman
“cardinales” porque son el quicio donde se apoyan todas las demás virtudes
morales. Santo Tomás de Aquino dice que la fortaleza consiste en “acometer el
bien sin detenerse ante las dificultades”, y en “resistir los males y las
dificultades evitando que éstas nos lleven a la tristeza”. La esencia de la
fortaleza no es vencer dificultades sino obrar el bien, cueste lo que cueste, y
esto es lo que le falta al perezoso porque muchas veces no tiene ideales.
Decía Séneca que
“no nos falta valor para emprender ciertas cosas porque son difíciles, sino que
son difíciles porque nos falta valor para emprenderlas”. El hombre es un conjunto de miedos y resistencias que
deben ser vencidas por la virtud de la fortaleza.
Ahora se ve que la juventud tiene un panorama de una
sexualidad sin límites y eso adormece y narcotiza el alma, además disminuye el
espíritu crítico sano.
Un día María Natalia
Magdolna –de Eslovaquia (1901-1992)-, de las Hermanas de Santa María Magdalena,
le preguntó a la Virgen María:
− ¿Qué pecados te duelen más
a ti y a Jesús?
− Los dos pecados más grandes
son la blasfemia y la pereza para hacer
el bien. También injurian a mi divino Hijo cuando reciben los sacramentos
sin la debida preparación, o cuando los sacerdotes lo hacen con negligencia y
tibieza. Aquí la Virgen María me hizo ver que la epidemia más grande es la
negación de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Esa falsa
doctrina viene de algunos teólogos “modernos” que desorientan a la gente y
crean dudas en algunos consagrados. El otro pecado –siguió diciéndome la
Santísima Virgen─ es la pereza, ampliamente extendida en el mundo. Esto implica
la negligencia, la indiferencia ante los deberes. La pereza es el principio de
muchos pecados, tanto del cuerpo como de alma; es una enfermedad que sólo el
amor de mi divino Hijo puede curar. Una vez que el amor de Jesús se ha
encendido, jamás podrá extinguirse… La paz es el regalo de mi Hijo para
aquellos que creen en Él. No tardará mucho en venir, y vendrá a través de mí.
La paz que mi Hijo trajo al nacer será reconocida por el mundo dentro de poco
tiempo.
En el corazón de muchas
madres arde el dolor por el estado espiritual de sus hijos, por su conducta
inmoral. Que se consuelen, que ofrezcan todas sus oraciones, sucesos y obras,
porque el sacrificio ofrecido por los demás produce frutos de salvación para
las personas.
Iniquidad
en el diccionario hebreo, significa malos hábitos, hábitos sucios, mala
conducta; además, lo que atrae la maldición. Lo sucio ensucia. La maldad es
algo externo. Lo inicuo es más profundo que la maldad, daña profundamente. Lo
inicuo se aprende, se adquiere, no se hereda. La influencia de la familia es
indiscutible, pero hay que contar con la libertad de sus miembros, que a veces
se usa mal. La semilla buena cae en tierra buena y da fruto.
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