Hombre y mujer
¿Qué quiere decir ser hombre o ser mujer? La
Inteligencia artificial responde: Una persona con cromosomas XX es mujer, y si
tiene cromosomas XY, es hombre.
Todos los seres creados dan gloria a Dios. Los montes, los
ríos, las nieves, los océanos y el universo son majestuosos con su sola
existencia y reflejan algo de Dios en su armonía y belleza.
El ser humano no es uno más en la escala de la creación. De
todas las criaturas visibles, sólo el hombre es capaz de conocer y amar a su
Creador (Gaudium et spes, 12,3); “es la única criatura en la tierra a la que
Dios ha amado por sí misma” (Idem 24,3).
El hombre es la unión de dos coprincipios en una sola
sustancia, de forma que el cuerpo del hombre participa de la dignidad de la
“imagen de Dios”. El cuerpo humano al estar animado por el alma espiritual está
destinado a ser, en Cristo, templo del Espíritu (cfr. CEC, 364). Esta realidad
nos hace capaces de conocer y de amar. Por eso podemos conocer y dominar el
cosmos -verlo con telescopios gigantes-, podemos tener conciencia de nosotros
mismos, percibir que los demás también son un “yo” único, descubrir y tratar a
Dios, amarlo escogiéndolo como fin de nuestra vida y orientar nuestra vida a
darle gloria cumpliendo su voluntad.
Dios creó todo para el hombre, y el hombre fue creado para
conocer y amar a Dios, y devolverle la creación, o bien, ofrecerle la creación
(cfr. CEC, 358).
Dignidad
humana, racismo, xenofobia (fobia a lo extranjero) y discriminación
No somos algo, sino alguien. Somos personas humanas hechas
a imagen de Dios, por eso nuestra relación con Dios, con los demás y con el
cosmos es particular, con la singularidad de un sujeto que es único y que es capaz
de amar libremente, y de allí la razón de la grandeza humana y “la razón
fundamental de su dignidad” (cfr. CEC, 356).
A la vez esta dignidad intrínseca de la persona, es la
razón en que se apoya la radical igualdad de todos: en su ser y en su libertad
de obrar (cfr. CEC, 1930).
Cualquiera de las circunstancias que se den no alteran la
condición de la persona: raza, lengua, condición social, cultura, salud, ser
embrión, joven, adulto o anciano, etc.
Además, el sujeto humano es un ser esencialmente relacional. Una estudiante de Filosofía
de la UNAM hizo su tesis sobre las relaciones humanas. Investigó a fondo el
tema y llegó a lo fundamental: las relaciones intratrinitarias. Nosotros
también tenemos relaciones de filiación, fraternidad, amistad, amor a la
ecología, amor a la Patria, etc. Toda la estructura del ser humano ha sido
“diseñada” para el amor, y el amor supone una inclinación a vincularse con alguien, con Dios y con los demás.
La discriminación
se define como “seleccionar excluyendo”, todo lo hacemos de algún modo al
elegir a las amistades. Así, damos trato desigual a las personas, pero podemos
faltar a la caridad con esa actitud. Podemos dar un trato desigual por motivos
raciales, religiosos, políticos, de edad, de sexo, de condición física o
mental. Es decir, se trata de un trato desigual que puede ser justo o injusto,
no simplemente algo “diferencial”. La discriminación, en su acepción negativa,
no tiene justificación.
El racismo es
una forma de exaltación de una etnia que atribuye a una raza capacidades superiores
y derechos exclusivos. Se puede dar también el racismo a un colectivo como el
desprecio a los gitanos, a las personas de color o el antisemitismo. En suma,
es considerar cualquier raza como inferior.
La xenofobia
consiste en el “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”. Es
especialmente grave cuando se dirige a los más débiles como a los refugiados o
inmigrantes. Son también discriminaciones injustas todas las que eliminen o
limiten el respeto a la vida, por ejemplo, atribuyéndose el derecho de decidir
quién debe vivir, sea el niño en el seno materno o el anciano inválido y pobre,
lo que es contrario al plan de Dios (cfr. Gaudium
et spes, 29,2).
Dimensión
antropológica de la sexualidad
“El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos
por Dios. Ambos son “imagen de Dios”; en su ser reflejan la sabiduría y la
bondad del creador (CEC, 369).
La persona humana tiene una “dimensión sexuada”, que la
abarca y la configura por entero. La persona es mujer y varón en todos los
aspectos de su vida: biológica, psíquica y espiritual. La igualdad radical, ¿en
qué reside? En el hecho de ser persona; la diferencia se asienta en “el modo”
de ser persona. Mujer y varón son “presentaciones distintas” de la misma y
única realidad personal, encaminada a una comunión peculiar.
La afirmación de la heterosexualidad se asienta en la
diferencia natural entre persona femenina y masculina. La diferencia está en el
modo de ser persona. Los franceses exclaman:
Vive
la difference, “¡Viva la diferencia!”.
Esta base de igualdad y diferencia permite una relación
intersubjetiva peculiar, en la que cada una aporta y recibe: Surge de allí un
enriquecimiento complementario y la posibilidad de ser padres. El amor conyugal
supone el don y la recepción de cada uno precisamente en lo diferencial.
El matrimonio no es una forma de cohabitación sexual legitimada,
sino conyugalidad. Esta unión exclusiva y permanente es requerida por la
dignidad de los hijos que puedan venir, y por su cuidado y educación. ¿Cómo
asegurar la armonía conyugal? Hay una conferencia de Tomás Melendo Granados en
YouTube que aborda este tema con profundidad.
La ideología de género es la última batalla del enemigo,
decía Joseph Ratzinger. Es parte de un movimiento neo-marxista que se aleja de
la economía y se acerca a la cultura como foco de las disputas políticas.
Sostienen que el sexo no se basa en la biología, sino que es una “construcción
cultural”. Lo cierto es que no todos los amores agradan a Dios, como el amor
propio desordenado o el amasiato. Un transgénero es un hombre que desea ser mujer
o viceversa.
Las personas con atracción al mismo sexo, mientras no lo
ejerciten en actos, es una auténtica prueba.
Esas personas deben ser acogidas con respeto, comprensión y delicadeza.
Se evitará todo signo de discriminación injusta, también con las personas que
han caído. Estas personas están llamadas a la santidad, a cumplir la voluntad
de Dios y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz de Cristo, las
dificultades que puedan encontrar debido a su condición (cfr. CEC, 2358).
La exhortación apostólica Amoris laetita subraya el amor incondicional de Cristo hacia todas
las personas sin excepción. Toda persona ha de ser respetada en su dignidad y
acogida procurando evitar todo signo de discriminación injusta. Todos estamos
llamados a la castidad, también las personas con tendencia homosexual, mediante
virtudes de dominio de sí y de acudir a la oración todos los días. El hombre, grande y admirable, es “más
precioso a los ojos de Dios que la creación entera”, para él existe la
totalidad de la creación (San Juan Crisóstomo).

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