Procura hablar humildemente con Dios
El compositor mexicano, Martín Valverde dice que “el amor de Dios no
se entiende, se acepta; no se gana, se recibe; no es un premio, es un regalo”.
Cuenta que en 1990 estaba en Chihuahua, una cena–concierto, donde iba a cantar,
hizo silencio, como siempre lo hace, y no sabe cuánto tiempo pasó. Cuando abrió
los ojos vio a cuatro meseros de rodillas, conmovidos. Jesús le dijo: “Diles
que les amo”. Y él pensó, “dilo tú”. Algo pasó, pero él no lo supo. Después, en
casa de un amigo, éste le puso lo que grabó. Él le dijo: “haz pausa”, y empezó
a tomar nota de lo que escuchaba. No se sabía la canción. ¿Cómo la cantó? Sólo
Dios lo sabe. De allí nació la canción: “Nadie te ama como Yo”.
¿Qué es hacer oración? Es hablar con
Dios con confianza. Es contarle lo que llevamos en la cabeza y en el corazón;
es decirle: “Ayúdame a hacer tu voluntad, pues sólo así seré feliz”. ¿Por qué
es importante orar? Porque orar es amar.
Le preguntaron a una experta, María Simma, campesina alemana ya
fallecida:
—Si yo no rezo nunca y hoy deseo hacerlo, ¿qué me aconsejaría?
Contestó:
—Apague la televisión, desconecte el teléfono, vaya a
su habitación y cierre la puerta. Busque una fotografía de Jesús o un Crucifijo
y predisponga su atención en esa dirección. Durante este tiempo de oración,
entréguele su corazón a Él y solamente a Él. Podría empezar con 15 minutos de
oración y luego aumentar hasta llegar a una hora. Si es constante durante un
mes, se sorprenderá de la paz y el gozo que tendrá.
La gente dice:
-“Dios no me oye”.
Habría que contestarle:
-Y tú…, ¿oyes a Dios?
¿Dicen que rezar cambia las cosas, pero
es cierto que cambia algo? ¿Rezar cambia tu situación presente o tus
circunstancias? No, no siempre, pero cambia el modo en el que ves esos
acontecimientos. ¿Rezar cambia tu futuro económico? No, no siempre, pero cambia
el modo en que buscar atender tus necesidades diarias. ¿Rezar cambia corazones
o el cuerpo dolorido? No, no siempre, pero cambia tu energía interior.
¿Rezar cambia tu querer y tus deseos?
No, no siempre, pero cambiará tu querer por el querer de Dios. ¿Rezar cambia
cómo el mundo? No, no siempre, pero cambiará los ojos con los que ves el mundo.
¿Rezar cambia tus culpas del pasado? No,
no siempre, pero cambiará tu esperanza en el futuro. ¿Rezar cambia a la gente a
tu alrededor? No, no siempre, pero te cambiará a ti, pues el problema no está
siempre en otros.
¿Rezar cambia tu vida de un modo que no
puedes explicar? Ah, sí, siempre. Y esto te cambiará totalmente. Entonces,
¿rezar REALMENTE cambia ALGO? Sí, REALMENTE cambia TODO. (Teressa Vowell).
Santa Catalina de Siena le preguntó al
Señor cómo conocerlo y amarlo más. Jesús se le aparece y le dice:
¾ Hija mía,
¿sabes quién eres tú y quien soy yo? Si lo sabes serás infinitamente feliz. Tú
tienes que saber que eres la que no es, y Yo, el que es. Si guardas este
conocimiento en el fondo de tu alma, el demonio jamás te podrá engañar, y
evitarás así todas sus trampas, todos sus engaños, y sin sufrir por eso. Nunca
harás algo que se oponga a mis mandamientos, y descubrirás todos los dones de la
gracia y todas las virtudes del amor.
Santa Catalina de Siena dejó escrito: El alma que persevera en la
oración humilde alcanza todas las virtudes. Más que éxtasis
o arrobamientos, hay que pedirle al Señor que nos libre del amor propio
desordenado, del egoísmo y de la soberbia, en suma, que nos libre de nosotros
mismos.
“La
oración es ante todo una actitud interior… En este mirar a Otro está la esencia
de la oración como experiencia de una realidad que supera lo sensible”, dice
Benedicto XVI. Para que un hombre sea lo que debe ser, debe ser un alma de
oración. Un discípulo de Jesús lo refiere todo al Padre. El hecho de acompañar
al Señor, de buscar la presencia del sagrario, de dirigirle miradas, sonrisas,
canciones, es señal de que nuestro corazón está orientado hacia Él. Lo que nos
distrae de la oración es la curiosidad, el querer saber noticias o ver el
celular.
Para San
Josemaría Escrivá la oración es “la humildad del hombre que reconoce su
profunda miseria y la grandeza de Dios al que se dirige y adora, de manera que
todo lo espera de Él y nada de sí mismo” (Surco,
259). Dicho de otro modo: orar es... ponerse uno en su sitio. (Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere, Plaza &
Janes Ed., Barcelona 1995, p. 373).
Jesús les enseña a los suyos que el origen del bien está en la oración. Nos
enseña a decir en el Padrenuestro, “no nos dejes caer en tentación”, de la
falta de unidad o de faltas de caridad. Para no caer en la tentación, dice
Jesús, “velad conmigo”. Se trata de no caer en la tentación de contestarle mal a
alguno. No caer en la tentación de retirarle el habla a Fulano porque me hizo
un desdén o una corrección… San Juan de
Si hay deseos de agradar a Dios, habrá oración. Si hay
oración no le retiramos a nadie el habla, nunca. Si a alguna no le hablo, desde
ese entonces no he hecho verdadera oración. Si no le hablo es que soy un baboso,
un necio, gana la soberbia, estoy acariciando a la antigua Serpiente, y no me
doy cuenta.
Mientras no digamos “hágase tu Voluntad”, no hacemos oración. Al Señor le
gusta que le dediquemos tiempo en
exclusiva, y no que a la hora de la oración hagamos otras cosas a la vez. No
posponer la conversión. México tiene el 1er lugar de adoradores nocturnos: ¡Eso
es edificante! El hombre vale lo que vale su oración.
San Gregorio escribió: Rezando alcanzan los hombres las gracias
que Dios determinó concederles antes de todos los siglos. San
Buenaventura afirma que el Señor tiene por traidor a aquel que al verse
sitiado de tentaciones no acude a Él en demanda de socorro.
Cuando oramos por una persona estamos encendiendo una luz en medio de la
oscuridad. La oración pavimenta parte del camino al cielo.


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