¿Cómo moldear mi carácter?
El dominio de sí es especialmente necesario en
el cultivo de la propia personalidad;
cultivo, no culto a la personalidad.
No todos subimos por
el mismo sendero a la cima de la vida. Mientras algunos tienen que trabajar con
la humildad, otros deben hacerlo con la alegría. Otros deben trabajar con su
falta de esperanza, otros más con el carácter, otros con la vanidad, otros con
la fortaleza para romper la cadena que los ata a la pereza o a algún vicio.
Cada vez que nos sentimos trabados en este camino, debemos hacer un análisis
para ver claramente cuál es el lugar en el que tenemos nuestros deseos
colocados; qué cosas son las que realmente nos preocupan o nos hacen perder la
paz o la alegría; en qué momento se nos presentan las mayores tentaciones...
Todos estamos proclives a tener tentaciones de confianza en Dios, de fe...
Estemos en donde
estemos, es importante que no olvidemos que no estamos en el paraíso terrenal.
Siempre habrá alegrías y cosas buenas, problemas y obstáculos porque así es la
vida: estamos en pleno campo de batalla.
En donde hay viñas,
las suelen podar cada año, para que la vid dé frutos. Cuando no se tiene el
coraje para podar sólo crecen hojas. “Cuando nos creemos dueños de nosotros
mismos y con poder para juzgarlo todo, nos destruimos. Porque no estamos en una
isla con nuestro propio yo, no nos hemos creado a nosotros mismos; hemos sido
creados y creados para el amor, para la entrega, para la renuncia, sabiendo
negarnos a nosotros mismos. Sólo si nos damos, sólo si perdemos la propia vida
–como dijera Cristo- tendremos vida”. Cuando el hombre se deja podar, es cuando
puede madurar y dar fruto (Cardenal Ratzinger, La sal de la tierra, p. 179).
Dios nos ha elegido
para transformar la historia. Pero cuando no vivimos lo ordinario con heroísmo
viene el desencanto.
El carácter es una estructura virtuosa. Pero
toda virtud implica autodominio. Y ¿cómo se nota que falta autodominio? Cuando
“explotamos”, contestamos mal o rezongamos.
¿Qué es rezongar? El Diccionario de la
Lengua Española dice que rezongar es gruñir,
refunfuñar a lo que se manda, ejecutándolo de mala gana. Ya se sabe que
nacemos con un temperamento, y que el carácter es ese mismo temperamento pero
educado. Cuando nos enojamos sin gran motivo, nos falta carácter. Es una pena
reconocer que nuestro tiempo ha perdido el señorío de sí mismo.
Dominar la tendencia a manifestar enojo tiene
importancia por su cotidianidad, y por la gravedad de sus consecuencias. A
veces una persona se presenta airada, regañona, malhumorada, cortante,
introvertida, triste, rezongona..., y eso influye en el ambiente.
Aristóteles
considera la sabiduría como dominio; como la resistencia ante o también que prevalezca lo racional frente a lo
irracional. Según él al hombre le corresponde tender al bien; este bien se
encuentra fuera de sí mismo. Todas las fuerzas del carácter se centran en la
voluntad. Y hoy, lo que más brilla por su ausencia es la educación de la
voluntad.
Es la voluntad la que se deja mover por el
entendimiento, o bien se deja mover por los sentimientos, o por ambos. Este
dominio no consiste en que desaparezcan
los sentimientos, sino en que no prevalezcan. La fe y la razón han de ser
la guía. Además, hemos de purificar nuestros amores.
La simpatía natural no es un rasgo
constitutivo del carácter, sino que, dependiendo de la actitud que tomemos ante
ella, puede servirnos para apuntalar un aspecto de nuestro carácter –la
generosidad- o de nuestra falta de carácter: el egoísmo.
Revisar: en cualidades humanas, ¿qué nos
falla? Tal vez las virtudes para el autodominio. Los ingleses tienen
autodominio, los diplomáticos también. Hemos de lograr un nivel de cariño y
respeto. Hemos de trabajar mucho en las bienaventuranzas, vertiente de la
misericordia. En el Concilio Vaticano II se dice que en el mismo acto que Dios
se revela, se revela como misericordioso. La revelación de Dios es de
misericordia, tiene misericordia por el hombre. La misericordia es la capacidad de extraer un bien de cualquier mal. Eso tenemos que trabajarlo mucho.
Hay que ver qué apreciación tenemos de esas cosas. Eso nos dará la capacidad de
darle la vuelta a la situación molesta.
Muchas veces la gente está de malas porque no
ve que detrás puede encontrar un bien. Entonces ¿qué sucede? Le sacan la vuelta
al dolor, y en ese momento dejamos de tener la oportunidad de aprender a amar.
¡Cuántas veces nos ha venido bien convivir con una persona antipática! Son
retos. Viene bien tener una enferma o una neurótica, pues uno se va puliendo.
En resumen, se trata de adquirir virtudes y de usar bien de nuestra
libertad, batalla que dura toda la vida, pues tan importante como la
adquisición de una virtud es su mantenimiento. Se nos
pide el avance progresivo de la virtud, conforme al adagio clásico: o avanza o
retrocede; pero tempus breve est! Educar ha de ser una labor creadora y positiva, pues –como ha escrito
C. S. Lewis–, el objetivo del educador no puede ser talar bosques, sino fertilizar
desiertos.
Un dicho popular dice: “Un solo día pasa el hombre sobre la tierra y sin embargo lo vive
mal”. Que no nos suceda esto, y no nos pasará si somos capaces de
reflexionar.

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