Novísimos
Escribe Maria Simma: El
Evangelio no promete una vida sin Cruz. “El
Evangelio sin
Los novísimos o postrimerías son la muerte, el juicio, el
cielo, el infierno y el purgatorio. La falta de predica sobre los novísimos nos
está haciendo una religión plana, horizontal. Se olvida que hay también una
dimensión vertical y hay una dimensión hacia abajo. Hay quienes se preguntan
¿cómo un Dios de amor ha podido conceder poder al demonio? Porque Dios respeta
nuestra libertad. Con la libertad con que pecamos otros son santos. Si creemos
en Dios creemos en todo lo que él ha revelado. No escogemos qué creemos o qué
no creemos. La economía de Dios es una economía de salvación.
En el gozo del banquete del cielo destacan dos realidades:
la primera es la feliz intimidad de cada uno con Dios; y la segunda, la alegría
de comunión fraterna propia de todo el banquete en el que se reúnen los
hermanos en la casa del Padre. Pero los
hombres y mujeres de hoy parecemos andar por esta vida sin rumbo y sin medida
del tiempo, ya que no sabemos hacia dónde vamos al final de esta vida en la
tierra y, además, no sabemos medir el tiempo de aquí con reloj de eternidad.
San
Vicente Ferrer, a fines del siglo XIX
tomó el tema del Juicio final como centro de su predicación y con ello conmovió
a Europa entera. Un experto sacerdote, Carlos Cancelado, dice
que en el juicio nos van a examinar sobre cinco temas: el amor a Dios, la
fidelidad al propio camino o vocación, el amor a la familia, el amor al prójimo
y el amor al mundo y a la naturaleza.
El Santo Cura de Ars le
confiaba a un amigo: “Paso la noche
rezando por las almas del Purgatorio, y el día por la conversión de los
pecadores. Las práctica de la oración por la liberación del Purgatorio es,
después de haber rezado por la conversión de los pecadores, la más agradable a
Dios”. Y es que las almas del Purgatorio sufren mucho al verse olvidadas
por las personas que viven en la tierra, porque ven en ello una negligencia.
En la audiencia del 15 de noviembre de 1972 Paulo VI
concentró su catequesis en la actividad del demonio. Plantea que una de las
mayores necesidades de la Iglesia es defenderse del maligno. Una tentación que
existe respecto a las cosas demoníacas es la curiosidad, es decir, que allí esa
persona cree que se va a enterar de cosas.
El libro que más habla del demonio es el Evangelio pero nunca
se le describe. En el apocalipsis se le describe como un dragón. El demonio es
pervertido y pervertidor. El exorcista Amorth afirma que las posesiones
diabólicas son pocas, hay más bien infestaciones, es decir, cuando el demonio
está activo en un lugar o en un espacio porque allí se ha jugado a la ouija o
han tenido actividades ocultistas.
El maligno tiende a ocultarse porque no le gusta ser
detectado. La Iglesia es muy cauta con los casos de posesión. Hay casos,
certificados por psiquiatras, que no responden a síntomas de enfermedades
mentales.
Papa emérito describe la condenación, es “no poder hallar
gusto en nada, no querer nada ni a nadie, ni tampoco ser querido. Estar
expulsado de la capacidad de amar, y por tanto del ámbito de poder amar, es el
vacío absoluto, en el que la persona vive en contradicción consigo misma y cuya
existencia constituye realmente un fracaso” (Dios y el mundo, 176).
Escribe Benedicto XVI: “Cuando no se conoce la
posibilidad del infierno, del
fracaso radical y definitivo de la vida, no se conoce la posibilidad y la necesidad de la purificación. Entonces el hombre no trabaja bien para la
tierra, porque en definitiva pierde los criterios, no se conoce más a sí
mismo al no conocer a Dios, y destruye la tierra. Todas las grandes ideologías han prometido: tomaremos las cosas en
nuestras manos, no descuidaremos más la tierra, crearemos el mundo nuevo,
justo, correcto y fraterno. Pero por el contrario, han destruido el mundo. Lo
vemos con el nazismo, lo vemos también con el comunismo, los que han prometido
construir el mundo tal como debería haber sido y que, por el contrario, han
destruido el mundo. En las visitas "ad limina" de los obispos de los
países ex-comunistas, veo siempre de nuevo como en esas tierras han quedado
destruidos no sólo el planeta y la ecología, sino sobre todo y más gravemente
las almas” (11-II-08, http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/189547?sp=y).
Muchos percibimos que nos falta algo para ser felices. Alejandro Manzoni (1785-1873), uno de los
mejores poetas italianos, en su obra Los
Novios, describe gráficamente esta sensación: “El hombre, mientras
permanece en el mundo es un enfermo que, metido en la cama con más o menos
incomodidad, ve alrededor de sí otras camas, muy aseadas por fuera, muy lisas,
y al parecer muy bien mullidas, y se figura que ha de ser muy feliz quien las
ocupe. Pero si llega a cambiar, apenas echado en cualquiera de ellas, empieza a
sentir de un lado una paja que le punza, en otro una dureza que le mortifica, y
pronto se halla, poco más o menos, como en la cama primera. Y esta es la razón
de por qué debemos antes pensar en hacer
bien, que en estar bien, que es
el modo de llegar a estar mejor” (cap. XXXVIII).
Sin Dios nada se construye. Sin los novísimos estamos
formando personalidades planas, horizontales. Muchas personas, incluso
sacerdotes, no se atreven a hablar del demonio porque hay una tremenda
ignorancia y una tremenda cobardía. Se deja de hablar de una serie de temas quizás
por cobardía o por respetos humanos, porque el ambiente está lleno de
racionalismo. La raíz de todo está en el abandono del realismo de Santo Tomás
de Aquino.

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