Resentimientos
Es un tema
apasionante por lo que nos puede enseñar. Los resentimientos llevan a la
amargura y a compartirla a su alrededor. Cuando se padece una ofensa, abandono,
rechazo, desamor o injusticia, esta herida se va a convertir en ira o en
dolor. Del odio a la amargura hay un paso muy pequeño. Nadie puede ser feliz si
guarda resentimientos en el corazón.
La amargura
es ese sentimiento duradero de dolor. El resentimiento es un veneno que arrasa
con el amor y, si el amor desaparece, somos nada. El resentido alimenta
pensamientos obsesivos y vengativos, lo que conduce a una enfermedad espiritual,
aunque, aparentemente esa persona esté sana.
El resentido
está lleno de culpas y se ama más a sí mismo que a Dios. No se perdona a sí
mismo ni a los demás lo que supuestamente le hicieron. Va caminando lleno de
hostilidad hacia el grupo o hacia otra persona; la hostilidad es un grado
profundo de amargura. El resentido va cargado de ira por algún acontecimiento
que le hizo daño, así que se enfurece, luego llega a la desconfianza y a la
sospecha. Cree que todo mundo le quiere hacer daño. Siente malestar cuando no
alcanza un logro deseado.
Se piensa
que fue víctima y tratada de manera injusta por alguien. Y esto es apenas el
comienzo. Al recordar un hecho del pasado, se enoja. La mente no distingue
entre la realidad y la imaginación; se vuelve a recrear ese hecho doloroso,
y esto lleva al enojo y a la frustración. El amargado se siente atrapado a un
recuerdo.
El
resentimiento es un odio y temor no expresado. No se es capaz de enfrentar a la persona que provocó
ese enojo. Como la mente no descansa se alimentan sentimientos negativos.
Este “veneno”
influye en el cuerpo y en el alma. A lo mejor le hicieron una injusticia que
genera sentimientos de venganza. El amargado le echa la culpa a los demás de lo
que es culpa suya. No se tiene la capacidad de enfrentar o de evitar a esa
persona.
Piensa que
ha dado todo y nadie corresponde, lo cual le frustra, siente que le falta
reconocimiento de los demás. También siente que lo que logra no es suficiente y
que los demás le hacen sentirse inferior. Empieza una toxicidad profunda
y termina en un círculo vicioso: “Te perdona, te odia, sospecha y volvemos al
perdón”. Esto lleva a una profunda insanidad que lleva a relaciones
tormentosas, violentas y venenosas. No queda otra cosa que auto conmiserarse,
y se va victimizando. ¿Qué se pretende? Ser víctima. Puede pasar veinte
años sintiéndose víctima y se anestesia.
Los
resentimientos llevan a la enfermedad espiritual, a la infelicidad. Por eso
necesitamos entenderlos y tener armas para salir de ellos. Aquí se deja de creer en Dios, y se
empieza a reclamar a Dios, y se va alejando de Él. Se empieza a creer en la
brujería, la Santa Muerte o en las cartas. Pone su vida en manos de personas que
no siempre le ayuda, y esto porque no le creyó a Dios.
¿Cómo se
manifiestan los resentimientos? La persona resentida habla de modo degradante
de otras personas, porque quizás no las conoce bien o no las valora. Eso puede
llevar a una tristeza profunda.
El resentido
vive insatisfecho porque no ama, no da, no comparte, no es generoso, no piensa
en hacer felices a los demás. El iracundo existe a través de los gritos.
Piensa:
¿Quién no te vio? ¿Para quién fuiste invisible? Pregúntate: ¿Qué he hecho para
existir? ¿Para quién existo y para quién no existo? El diagnóstico es vital
para sanar.
Dice San
Pablo: “Alejen de ustedes toda amargura, ira, indignación, griterío o blasfemia
y cualquier clase de malicia. Sean, por el contrario, benévolos, compasivos,
perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo” (Efesios 4, 31-32).
¿Cómo
salir de los resentimientos?
Hay dos
válvulas de escape: el reclamo y la venganza. Y luego viene una tercera
válvula.
Pasos
para hacer un reclamo: Hay que procesar el reclamo de modo que sea positivo, para eso, hacerlo
en privado, en un momento de calma y la otra persona dispone de tiempo, empezar
por lo positivo (el que está mal soy yo, necesito aclararme), con amabilidad. Y
antes, pedirle luces al Espíritu Santo.
Hay que
pensar: ¿Qué pasó? Anotar los hechos para que la otra persona me
entienda. ¿Qué piensas de la persona que te hirió? Sucede a veces que una
persona está resentida porque su padre fue vicioso o irresponsable. Hay que
identificar qué pasa con nosotros para así poder sanar. Cuando lo
entendemos, lo aceptamos y lo damos a Dios, así la vida se transforma. Hay que
detecta qué sucedió que generó el resentimiento, y hay que hacerlo a partir de
la infancia. Podemos estar resentidos por ciertos principios o códigos morales.
Cuando no se trabajan los resentimientos, se culpa a otro de la propia ira o
del fracaso personal, y entonces la persona se siente víctima.
El
orgullo clama venganza. Cuando cobramos venganza entramos a un círculo vicioso, y la venganza
irá en aumento. La venganza es un camino equivocado. Si te vengas, ¿dónde queda
la paz? Jesús propone una solución: Si perdonas el mal hecho, tu Padre Dios te
perdonará, pero si no perdonas, tampoco tu Padre te perdonará tus pecados
(Mateo, 6, 14-15). Perdonar es el alma más poderosa para lograr la libertad;
al perdonar reparamos lo que está roto dentro de nosotros. Mientras más perdonemos
más sanaremos. Perdonar no es un sentimiento, es una decisión.
Jesús vino
para amarte y reparar tu corazón roto.

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