Escucha
Fray Mathias Thelen,
líder norteamericano, explica: Lo que más transforma a la gente es la voz de
Dios. En la oración nos comunicamos con Dios.
Profeta es aquel que escucha la Palabra de Dios y
proclama su Palabra. Jesús es el profeta por excelencia, es la Palabra hecha
carne. Compartimos la identidad de Cristo porque estamos bautizados. Si somos
uno con Jesús compartimos su identidad profética, podemos escuchar la voz de
Dios.
Hay que enseñar fielmente lo que nos han transmitido.
El Magisterio de la Iglesia nos orienta, pero también podemos nosotros escuchar
al Señor; la capacidad de escuchar la voz de Dios es un don. Parte de la herencia
de Jesucristo es poder escuchar al Padre.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice Jesús (Juan 10,27).
Si percibo que no soy capaz de recibir la Palabra, ocuparé mi mente en otras
cosas que no son de Dios. Debemos regresar a nuestra identidad como sus ovejas
que somos. Orar así: “Soy una oveja amada, Jesús es mi Pastor, puedo oír su
voz, y Él conoce mi voz”.
Jesús está a la derecha del Padre, yo también lo
estoy, porque el Padre nos resucitó y nos sentó con Él. Puedo oír su voz porque
Él me lo ha ganado para que pueda responder con fe. La crisis de fe en la Iglesia
es, de hecho, una crisis de predicación. Cuando se habla con el poder del
Espíritu, Dios nos da gracia, vida de Dios. La gracia es el poder de hacer lo
imposible porque nos comunica Su vida. Sin la gracia nada podemos. Sin Cristo
podemos hacer nada. Hay que abrir el corazón al poder de la gracia. Cuando Dios
nos habla, nos cambia y comparte con nosotros su poder.
Jesús una vez le dijo a un predicador: “Soy el rey de
tu predicación”, entonces salió fuego.
El desafío de la enseñanza de la Iglesia, a la luz de
lo que Dios enseña en la Escritura, es no tener miedo a la iluminación. Hay que
discernir entre la voz de Dios y la voz del enemigo. El discernimiento es la
madre de las virtudes. La Iglesia antigua sabía que la vida de Dios viene
cuando enseñamos su Palabra. No podemos amordazar la Palabra.
Hay santos que tienen experiencias de Dios; otros, que
son principiantes, también oyen a Dios, incluso personas que no se han
convertido, hacen una oración básica y Dios da los pasos siguientes y acaban
creyendo que Jesús es el Mesías.
Dios nos da mociones y nos dice cómo quiere que
predique en este tiempo en particular. Lo que Dios dice no contradice las
Escrituras. Los santos hacían teología de rodillas, llevan al desarrollo del
dogma, pero no lo contradicen.
El enemigo viene a robar, matar y destruir, quiere que
nos creamos sordos, que no podemos escuchar a Dios. Cuando la Iglesia se
paraliza, la gente cree que no puede oír a Dios, así la gente será ineficaz.
Podemos buscar la renovación de la Iglesia en la escucha de la Palabra de Dios,
personalmente. No tenemos que ser ovejas grandes, podemos ser corderitos que
siguen a su Pastor. Empezamos a conocer Su voz y a estar más seguros de que es
Su voz. La voz del enemigo busca manipular, causar miedo, engañar.
¿Cómo nos llega su Palabra?
Jesús enseña en parábolas
temas complejos de modo simple; nos revela cosas profundas. Se nos concede
entender los misterios del Reino de los cielos. A cualquiera que tenga Jesús le
dará más. Permite que unos vean y otros no. Revela a quien tiene fe y humildad.
Dios quiere ocultar el conocimiento del orgulloso porque el conocimiento da
poder, Jesús quiere revelarlo a los humildes y a los que son como niños. “Gloria
de Dios es encubrir un asunto; pero honra del rey es escudriñarlo” (Proverbios
25, 2).
Ser niños es lo mejor en
el Reino de Dios porque Dios nos pone un asunto para que lo encontremos. Dios
habla en parábolas para que nosotros encontremos su sentido.
Vamos a ver
tres pasos: Dios se nos revela por el contenido, las
metáforas. Tomemos como ejemplo la parábola del sembrador, las semillas caen en
distintos tipos de tierra: entre piedras, en un camino, en tierra superficial,
entre los cardos y en tierra buena. Luego Jesús da la interpretación. La
semilla es la Palabra de Dios, la tierra es la condición de nuestra alma. La
parábola nos invita a considerar su aplicación, es decir, qué tipo de
suelo tenemos, qué disposiciones hay en mí. ¿Hay piedras, cardos o terreno
duro? Hay que pensar lo que debo hacer con esa Palabra y su interpretación y la
aplicación que encuentro para mí.
Jesús nos dice: “Te doy lo
que necesitas, escudriña la Escritura”. Ten confianza en que Dios te ve, te
conoce y te da lo que necesitas.
En Pentecostés la muchedumbre
no sabe lo que pasa, creen que los Apóstoles están borrachos. Dan contexto a lo
que desconocen y se equivocan. Así que Pedro da la interpretación a lo que Dios
hizo. Le preguntan ¿qué debemos hacer? Pedro sugiere que ser bauticen. Esa es
la forma en que Dios nos habla o habla a otros a través de nosotros.
Unas veces Dios se nos
revela a través de imágenes, otras veces por intuiciones, otras veces sentimos
la Presencia de Dios o escuchamos su voz en mociones. Todo eso ha de ser
discernido. Si Dios guarda silencio, quiere que crezcamos en santidad, y no
quiere que nos apeguemos a una forma particular de escuchar. Cuando no se siente
o no se escucha hay que presentarse ante Él como niños y quitar los obstáculos.
Hay que conectar con su amor por nosotros, o imaginar su Rostro y volvernos
hacia Él con fe. A veces no se siente nada, pero el punto es que nos volvemos
al Señor.

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